Por Sociólogo
Avelino Zamora Lingán
En
otros tiempos una simple palabra como CANTATA, traducida en un evento poético
musical nocturno, no hubiese causado tanta polémica, opinión o comentario, en
pro y en contra. Pero, pese a que estamos en el siglo XXI, donde el pensamiento
social –humanista es atropellado por el pragmatismo neoliberal del capitalismo
salvaje y en cada instante se apela a la “modernidad”, surgen voces discordantes contra un evento
llamado precisamente “Cantata”, cuya palabra es natural del viejo mundo,
específicamente de origen italiano, que surge en el siglo XVII y significa
“composición poética extensa, escrita para que se le ponga música y
letra”. Eso es lo rescatable, el hecho
que una población, casi somnolienta o aletargada a ratos despierte y levante su
voz contra todo lo que signifique alienante; peor aún cuando, a través de una
“cantata” se pretende festejar un verdadero genocidio histórico español contra
la población indígena de la época. Y, no sólo eso, sino que también, en el
fondo, festejar la destrucción de toda una organización social nativa con todo
su sistema económico- productivo y sociocultural, como lo fue el incanato y el
tahuantinsuyo. Las etiquetas, las frases
poco reflexivas, utilizadas como el pretexto para llevar adelante la famosa
“cantata”, devienen en vacías, tal como el cascarón de un huevo después de
haber sido succionado. Esto es lo que en realidad significa frases como
“encuentro de dos mundos”, “donde todo empezó” o aquella que sugiere que “en
1532 se inició el mestizaje”, etc. etc. En fin, dejemos tales frases para el
debate entre historiadores, que son los más autorizados para hacernos entender
su significado.
No
obstante, la cantata, más allá de ser una composición poética, expresada a
través de un canto coral, en el contexto donde nos encontramos y el motivo por
el que se ha decidido ponerlo en escena, revela que quienes lo promueven y
quienes lo justifican desconocen la verdadera historia; pero también que aún
los peruanos padecemos ya no de un colonialismo opresivo, propiamente dicho,
que implantó el invasor español; pero sí de un colonialismo cultural o mental,
el cual ni siquiera fue erradicado con la independencia del año 1821. Y, ese
colonialismo cultural o mental se expresa aún en Perú y en toda nuestra América
Latina donde se sufrió el sometimiento del imperio español. Tan cruel y
temerario fue ese sometimiento y ese genocidio que hace que los habitantes de
hoy, se comporten como si estuviésemos todavía en la época colonial o en la
época de los hacendados, donde pese a todo se rinde pleitesía, loas y alabanzas
al invasor, al opresor, al genocida o al patrón. No cabe la menor duda que un comportamiento
servil, propio de colonizados, con espíritu de esclavo o siervo causará
admiración, por ejemplo, en los españoles, en los norteamericanos, en los
chilenos, etc., etc. porque eso les dará mayor motivo y garantía de que en el
Perú, hoy, en pleno siglo XXI, tranquilamente pueden ser revividos tiempos coloniales,
como creo que ya se lo está haciendo. Ese colonialismo cultural, del cual aún
sufrimos la mayoría de peruanos, siendo los más abanderados, los gobernantes de
toda la época, es el principal lastre o cuello de botella que impide el
desarrollo de nuestra identidad cultural andina, chola y mestiza; ha impedido
que nos desarrollemos como nación, fuerte, unida, autónoma y poderosa; y, lo
que es peor, ese colonialismo cultural y mental ha devenido en una convivencia
en medio del desprecio entre peruanos y en el amor por todo lo “extranjero”,
por todo lo que viene de fuera, así sea insignificante; pero, ahí estamos, con todo nuestro amor, tal
como se cree que fue el genocidio español, que por puro amor fue un “encuentro”
entre Pizarro y Atahualpa. Olvidando, incluso, por puro amor a lo extranjero,
que lo que existió antes de 1532 no sirve, no vale nada; y, por ello, para
quienes expresan de manera más genuina ese colonialismo cultural, 1532
representa simplemente “el encuentro de dos mundos: donde todo empezó”. ¿Se
imaginan ustedes, un 15 de noviembre de 1532, 4 PM, a Francisco Pizarro, recién
llegado de España, haciendo su ingreso a Cajamarca, corriendo con los brazos
abiertos a darle el “encuentro” a Atahualpa? Tal escena sólo es posible en los
encuentros amorosos de pareja y familiares o en el final de una película
romántica. Pero la invasión española estuvo muy lejos de ser todo eso; sin
embargo, quienes detentan el poder, esa es la idea que tratan de “vender”. La ya
famosa “CANTATA”, es una prueba de ello.
Escrito: 4 de noviembre del
2015