lunes, junio 03, 2013

Mañana presentan libro: Más allà de Conga


A inicios de 2012, el caso Conga ocupaba los titulares de los principales medios del país. La rebeldía de un Gobierno Regional, la movilización de la población, la insistencia por encontrar soluciones técnicas, el futuro de la inversión y de Cajamarca eran discutidos por todos: las empresas, el Estado, la sociedad civil y la población en general. Un año después, se habla menos de Conga, pero las preguntas y los temas surgidos a raíz de este conflicto por los que estaba en boca de todos aún siguen vigentes.
Durante aproximadamente veinte años y con algunas pausas, la minería se ha mantenido en una fase de expansión a nivel global. Solo en los últimos diez años, los presupuestos de inversión en exploración aumentaron en 800% y la cotización de los principales metales se triplicaron.
Hay diferentes maneras de medir y evaluar los efectos de la expansión minera de las últimas dos décadas. Al lado de la dimensión productiva y de los flujos de inversión, que no han cesado de recer, están también los indicadores y procesos de crecimiento económico (local, regional, nacional), así como las dimensiones territoriales y los efectos sobre la población y el ambiente.
Sucesivos gobiernos han considerado la gran inversión como una condición necesaria para el esarrollo y el despegue económico del país. Algunas cifras nacionales de disminución de la pobreza aparentemente avalan estas consideraciones y este razonamiento. Además, en América Latina, diversos ecosistemas aparecen hoy en día fuertemente presionados por la expansión minera: los páramos, los sistemas de lagunas alto andinas, las cabeceras de cuenca, la Amazonía, los glaciares, entre otros.
La expansión de las actividades extractivas ha conllevado a nivel global a la multiplicación de conflictos sociales. En las dos últimas décadas y en casi todo el planeta, el eje de estos conflictos ha pasado de las diferencias laborales con las empresas a los estallidos sociales de las poblaciones vecinas con demandas redistributivas, ambientales, políticas y sociales. Mucho de lo que viene pasando en el sector minero, en cuanto a tendencias, prácticas de las empresas e incluso políticas públicas, proviene del análisis de estos conflictos a nivel global.
El Perú es un buen ejemplo de las tendencias globales mencionadas. Nuestro país se ubica en lugares expectantes en el ranking de producción de minerales y se ha convertido, en los últimos años, en uno de los principales destinos de la inversión en exploración y desarrollo de proyectos mineros en América Latina. Son casi veinte años de expansión continua de la minería en el Perú: en 1993, con la entrada en producción de Yanacocha, la mina de oro más grande de Sudamérica, se inició una etapa de expansión productiva y de importantes inversiones en el país.
Al lado de la dimensión productiva, de inversiones y el aporte tributario, existe también una variable territorial que es importante destacar en el proceso de la expansión minera en el Perú. Un indicador importante que muestra esta evolución son las concesiones mineras que, en la actualidad, ya bordean los 26 millones de hectáreas. Esto representa aproximadamente un poco más del 20% del territorio peruano.
Si bien la minería en el Perú ha sido, sobre todo, una actividad alto andina, en los últimos años, se ha expandido también a los valles transandinos, algunas zonas de la costa e inclusive a la Amazonía alta y baja. En este escenario de expansión, se multiplican las tensiones, disputas y conflictos por el acceso y control de recursos escasos, como las tierras agrícolas, los pastizales y las aguas superficiales; y, también, por problemas de contaminación y del desplazamiento de poblaciones, o simplemente por los cambios generados por las actividades extractivas en los territorios en los que se establecen. En consecuencia, no sorprende la gran cantidad de conflictos que surgen entre las empresas extractivas y las comunidades locales.
En las dos últimas décadas, en el Perú, se ha producido una serie de conflictos, que constituyen casos emblemáticos de esta problemática: Tambogrande y Río Blanco, en Piura; el Quilish y Combayo, en Cajamarca; Tía María, en Arequipa; La Oroya, en Junín; y Espinar, en Cusco. En el Perú, ocurre pues una variedad de conflictos en torno a la minería: desde los típicos conflictos de rechazo y resistencia al ingreso de la minería en algunos territorios, hasta conflictos generados por la convivencia entre las empresas y las localidades.
En este contexto, nos preguntamos por el significado del conflicto surgido en Conga. En particular, este caso ha polarizado al país y ha provocado crisis políticas de gran envergadura en el gobierno del presidente Humala. A su vez, este conflicto devela viejos problemas, nuevas tensiones relacionadas con la expansión de la minería en el Perú, y disputas por territorio, recursos y beneficios, así como por decisión política, descentralización, autonomía y autogobierno.
Varios elementos hacen de Conga un caso del que se pueden extraer una serie de preguntas y temas de reflexión cuya validez sobrepasa el caso Conga y, por ende, el espacio cajamarquino.
En primer lugar, Conga representa un conflicto en la primera zona de expansión de la denominada “nueva minería” e ilustra las dificultades de la actual legislación minera. El caso Conga muestra varias de las limitaciones de las actuales reglas en juego, y evidencia la necesidad de actualizar la normativa y las regulaciones sobre la actividad.
Asimismo, volver a analizar el caso de Cajamarca, luego de cerca de veinte años de expansión de la actividad minera, permite apreciar los efectos acumulativos a nivel local y regional derivados de la convivencia y del desarrollo de la actividad extractiva. La gran pregunta de muchos cajamarquinos, que suele ser materia de reflexión nacional, es la siguiente: ¿dónde está el desarrollo luego de casi veinte años de minería? Lo cierto es que no hay mucha evaluación ni discusión sobre los efectos positivos generados por la minería en el Perú a nivel de las localidades adyacentes a las operaciones en los distritos y provincias del entorno.
Además, este análisis permite ver los impactos acumulativos negativos que puede generar la nueva minería. Los pobladores locales no solo cuestionan el proyecto minero sino que se identifican impactos acumulativos se critican las políticas de concesiones mineras, se cuestionan los estudios de impacto ambiental, se reclaman mecanismos de consulta y participación ciudadana, y se exige mayor fiscalización ambiental. Los reclamos contra el proyecto Conga van más allá del proyecto en sí: constituyen, así, una protesta contra el legado negativo de la minería en la región y un cuestionamiento al modelo de concesión actualmente vigente.
Otra novedad no exclusiva de las protestas contra el proyecto Conga es la preocupación central por la conservación de recursos escasos, principalmente del agua superficial. La experiencia cotidiana de la escasez del recurso hídrico se convirtió en el leit motiv local, regional y nacional, y en el tema más mediático en las discusiones nacionales del conflicto. Más allá de la disponibilidad real de agua necesaria para el proyecto, la conservación de las lagunas se convirtió en tema central y en preocupación de todos, desde los campesinos de la región hasta el Presidente de la República.
Los proyectos mineros empiezan a ser discutidos no solo en términos de su inversión, capacidad productiva o rentabilidad sino también en términos de la competencia por recursos escasos entre las empresas extractivas y las poblaciones locales.
Como muchos otros casos, Conga muestra la existencia de diversas posiciones respecto de la conveniencia o no de los proyectos mineros. Aunque el desarrollo del conflicto tiende a generar polarización entre posiciones extremas (“Conga va” versus “Conga no va”), existe una serie de matices entre los que están a favor o en contra del proyecto, que atraviesa estratos y condiciones sociales. No se trata, pues, de un conflicto entre campesinos antimineros y empresarios promineros, sino que es posible encontrar población rural a favor del proyecto así como empresarios urbanos en la oposición.
Por supuesto, el tema tomó también una dimensión política, inevitable en estos contextos.
El caso Conga se ha expresado también en términos de la discusión y la incompatibilidad entre los Estudios de Impacto Ambiental (EIA) y los procesos de Zonificación Ecológica y Económica, ambos presentados como resultados “técnicos” al igual que los peritajes desarrollados para avalar o descalificar el proyecto. Se han hecho evidentes conflictos de competencia, dificultades para establecer una verdad objetiva, la necesidad de contar con procesos más apropiados, transparentes, consensuados y legítimos. El caso Conga prefigura un peligroso derrotero hacia la descalificación de instrumentos técnicos para la determinación de la conveniencia o la factibilidad ambiental de un proyecto, en el marco de un desarrollo regional y territorial ordenado, que sea a su vez incluyente y ecológicamente sostenible. El caso Conga ilustra la imperiosa necesidad de contar con procesos legítimos de ordenamiento territorial. Todo esto supone plantear preguntas incómodas para muchos relacionadas con cuántas minas pueden operar al mismo tiempo sobre un mismo territorio sin afectar sensiblemente o de manera irreversible las condiciones de reproducción del mismo y de la población que lo habita.
En Conga, también se hizo patente la relativa ausencia del Estado en los procesos de definición, resolución o transformación de los conflictos. A diferencia de lo sucedido en casos posteriores –como en Espinar–, en Conga, la actuación del Estado fue esporádica, reactiva, desarticulada y en apariencia parcializada. El Estado avala un peritaje que desnuda la obsolescencia de sus mecanismos de aprobación de operaciones mineras, de los que, sin embargo, se muestra cautivo dejando la decisión de la suspensión del proyecto en la propia empresa.
El conflicto en Conga nos lleva a preguntarnos cómo aprende el Estado y cómo extrae lecciones de los escenarios que enfrenta. En el plano de la articulación intergubernamental, Conga es el primer caso a nivel nacional en el que el Gobierno Regional toma partido por una posición abiertamente contraria a la del Gobierno Central, pero mayoritariamente legítima para la población cajamarquina. El conflicto muestra las dificultades para el entendimiento entre instancias de gobierno para ponerse de acuerdo sobre las políticas de desarrollo de los espacios sub nacionales y las múltiples dificultades para una negociación intra gubernamental que logre acuerdos y compromisos no marcados por la amenaza o la coerción de una y otra parte.
¿Acaso Conga marca una diferencia con los conflictos socioambientales anteriores? ¿Marcará algún punto de quiebre en la naturaleza del conflicto y de las protestas, o en las respuestas del Estado o de las empresas mineras? Ciertamente, a partir de este caso se han comenzado a proponer reformas y políticas públicas alternativas. Del lado de la Sociedad Civil, luego de Conga y la Marcha Nacional por el Agua, se ha generado una iniciativa legislativa de protección de las cabeceras de cuenca. Del lado del Gobierno, se ha creado una Comisión Multisectorial encargada de elaborar un conjunto de propuestas de reformas normativas orientadas a construir “una nueva relación con las industrias extractivas”. Hasta el momento, la única reforma anunciada ha sido la creación del Sistema Nacional de Certificación Ambiental para las Inversiones Sostenibles (SENACE), que se encuentra actualmente en proceso de implementación. Igualmente, se viene debatiendo la necesidad de contar con un marco normativo sobre el tema del ordenamiento territorial y la mejora de los instrumentos de gestión ambiental.
En el Perú, se anuncia una cartera de más de 50 mil millones de dólares para los próximos años, entre proyectos de exploración, de ampliación de operaciones en curso y de desarrollo de nuevas minas que ya cuentan con EIA aprobados. La gran interrogante es si estos proyectos se podrán concretar con las mismas reglas de juego y con muy pocas modificaciones en el marco institucional.
Todo indica que si no se resuelven los temas centrales que están a la base de los conflictos, que no han cesado de aumentar en los últimos años, será difícil pensar en una coexistencia más armoniosa entre minería y los entornos poblacionales. La presión que ejercen los nuevos proyectos en determinados territorios y en sus poblaciones agudiza la tensión social.
El objetivo de este trabajo es partir de este conflicto para ir “más allá de Conga”. Así, el texto comprende tres partes sucesivas que van abordando el tema de manera comprehensiva proporcionando información relevante para contextualizar el proceso del conflicto específico en sus determinantes regionales y nacionales.
La primera parte ofrece información sobre la región y en particular sobre las dimensiones económicas de la minería en Cajamarca. Se describe, así, en términos generales, la economía de la
región Cajamarca, el proceso de expansión de la minería y las concesiones mineras en el territorio.
También, se explora las transferencias económicas por canon y regalías, y sus efectos e impactos en el presupuesto regional de Cajamarca.
La segunda parte se ocupa del proceso del conflicto en sí. Parte de la descripción y el análisis del proceso de aprobación del proyecto y su EIA, así como de los temas y disputas técnicas surgidas a raíz del peritaje encargado para determinar la factibilidad del proyecto. Luego, aborda el tema de los múltiples conflictos socioambientales surgidos en Cajamarca a raíz de la presencia de la Minera Yanacocha. Hacemos un recuento de los principales momentos de protesta y exacerbación del conflicto en el mediano plazo, exploramos los múltiples microconflictos o protestas de baja intensidad José De Echave y Alejandro Diez Más allá de Conga 11alrededor de la zona de explotación de Minera Yanacocha y describimos detalladamente una cronología del conflicto Conga en el año previo al estallido hasta la determinación de postergación de proyecto. Como parte de la explicación, exploramos las diversas posiciones en la región respecto de la conveniencia o no de la actividad minera en Cajamarca. Esta sección cierra con un análisis de los temas críticos que se pusieron en juego en las protestas de Conga: los recursos hídricos, las lógicas del desarrollo minero, los temas ambientales, el desarrollo local y regional, y las posiciones políticas al respecto.
Finalmente, la tercera parte aborda las lecciones que podemos extraer del caso Conga. Analizamos, entonces, una serie de temas que según nuestro entender fueron puestos en evidencia en Conga y que deberían ser motivo de reflexión y de acción de parte del Estado, las empresas y la Sociedad Civil.
Algunos de estos temas son la evolución de los conflictos mineros y los impactos acumulativos de la minería; la importancia y el lugar de la renta minera en el desarrollo; el rol de los diversos actores locales, regionales y nacionales; los temas de participación ciudadana y consulta; la relación entre el territorio y los temas ambientales; y, para terminar, las competencias y la necesaria interacción entre instancias de Gobierno Nacional, Regional y Local.
Los autores queremos reconocer los aportes de Susana Paola Navas y Javier Azpur en la elaboración del texto y los comentarios de Carlos Monge y Alejandra Alayza.


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