“¿En qué se parece el fútbol
a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que
le tienen muchos intelectuales” Eduardo Galeano.
Por Sociólogo: Avelino
Zamora Lingán
Ciertamente, existen diversas
estrategias políticas y psicológicas, que puedan servir como medio y soporte de
gobernabilidad y control social; pero existe una que sin duda, sus resultados
son altamente efectivos y eficaces, en la medida que logra que la población
fácilmente escape de su realidad, aunque sea por momentos o periodos cortos.
Esa estrategia se llama ENTRETENIMIENTO, que se expresa en la acción de
entretener y ello a su vez implica, por un lado, distraer a alguien impidiéndole hacer algo y por otro, hacer menos molesto y más llevadera la vida
cotidiana. Pero, lo más importante del entretenimiento radica en que las
personas tienden a olvidar, aunque sea momentáneamente, el o los problemas de
carácter social, económico o familiar, que previamente ocupaban su atención. En
este sentido, el entretenimiento resultó ser un efectivo distractor, en la
medida que a las personas los convierte en seres
distraídos, que “pasan el tiempo”, “se hacen los suecos” o “matan las
musarañas”. Con ellos no es el problema, es decir, si mañana o en cualquier
momento se le ocurre al gobernante dictar una Ley que le afectan sus intereses,
pueda ser en lo económico, en lo social o en lo político; o, de pronto, decide
otorgar indulto a Fujimori, o regalar unos cuantos kilómetros de territorio a
los chilenos, etc., la persona o las personas distraídas y entretenidas, ni
siquiera se percatan, se enteran, se informan, y por lo mismo se mostrarán
indiferentes, apáticos, como quien dice “conmigo no es el problema”. Aquí,
radica la importancia de mantener entretenida y distraída a la población y,
como es que el entretenimiento se
convierte en un arma política. Es por ello que Noam Chomsky, ensayista y
escritor norteamericano, asegura que una de las diez estrategias para manipular
la conciencia de la población es precisamente el entretenimiento.
Ahora bien. Por la diversidad de
distractores existentes, de los que pueden echar mano para mantener distraída,
ensimismada y hasta en condición de atontada a la población, los políticos no
se deben preocupar. Pues estos van desde la música, el cine, las novelas, los
programas basura de la TV, los cómicos, el deporte, en sus distintas variantes,
especialmente el fútbol; hasta las tecnologías de información y comunicación,
como la propia televisión, el internet, las redes sociales, pero, el más sobresaliente
en este campo son los llamados “celulares”. Éstos, para la mayoría de personas,
principalmente niños y jóvenes, más que herramientas de comunicación, cumplen
la función de atractivos “juguetes”; pero, no cualquier juguete, el celular es
un juguete muy especial que también entretiene a los adultos, a hombres y
mujeres; un juguete muy mimado, el favorito de todos, el juguete caro que hoy
lo poseen muchos, lo prefieren muchos y hasta lo fetichizan. La palma de la
mano ha tenido que acostumbrarse a empuñar el celular, tanto que pareciera que
se ha convertido en una “parte” mas de ella, puesto que sí alguien olvidó de
empuñarlo al salir de su domicilio, es como si hubiese olvidado un trozo de su
cuerpo; pues tiene que regresar de donde se encuentre a empuñar su celular.
¡Cuantos accidentes de tránsito, han ocurrido o han estado por ocurrir,
mientras la persona o las personas, cruzaban la pista, distraídas con su
celular! Una persona muy reflexiva y pensante me decía que entre todos los
entretenimientos, el celular entretiene
y distrae a las personas tal como el chupón entretiene a un bebé.
Las tecnologías de información y
comunicación, especialmente el celular y la computadora, ha generado cambios en el comportamiento
social de la población. Se podría decir que la población actual es mucho más
individualista, más atomizada, más ensimismada, más pragmática, más
utilitarista, posee una línea de vida definida, traducida en
dinero-consumo-dinero; a perdido los conceptos del “nosotros”, de “lo colectivo”,
de “lo social”, para encapsularse en los conceptos del “yo”, “lo mío”. ¡Se ha superpuesto el interés
individual sobre el interés colectivo! Y, por su puesto, el Hombre actual es mucho
más distraído, más divertido, más entretenido; pero es mucho más superficial,
más pragmático, que le encanta vivir el
presente, y no pensar en el futuro; que le gustan las cosas fáciles y es muy
aficionado a lo aparente. Es el Hombre Light. Es el Hombre configurado a imagen
y semejanza de lo que necesita el capitalismo salvaje: El Hombre, convertido en
simple sujeto consumista. ¡La sociedad
de consumo, el mercado global en pleno florecimiento! O, como sugiere Marco
Aurelio Denegri, “Bajo el reinado de la imagen, el cerebro siempre está de
plácemes”, porque el Hombre actual no piensa o piensa muy poco; no esfuerza su
cerebro en razonar o discernir, todo le entra por la vista, todo le es dado por
imágenes. Todo le es fácil, pero superficial.
El fútbol es, sin duda, un “fenómeno de masas”, que
cualquier gobernante, de cualquier punto del planeta no dudaría en utilizarlo
como un poderoso distractor o como una poderosa cortina de humo. Y, de hecho
así es. Al ser un “fenómeno de masas”, se convierte en entretenimiento popular, en la medida que son millones
quienes se desvelan por este deporte. La alegría, la pasión, la euforia, la
tristeza, la depresión y hasta la irracionalidad (estimulada o inducida), que
pueden desatar once jugadores corriendo tras un balón, o la conversión de un
gol o la perdida de él, puede llevar a hacer vibrar a un estadio o de lo
contrario puede generar un silencio sepulcral. Sin duda, tiene que constituir
una vía de escape de los más álgidos problemas, ya sean familiares o sociales;
políticos o económicos. Asimismo, constituir un cómodo refugio, al igual que el
alcohol, la droga o el opio, que alberga a una población que está a punto de
explotar, o de lo contrario al borde de la depresión o paranoia colectiva, por
ser testigo pasivo e impotente ante la diversidad de lacras sociales, entre éstas la pobreza, la
injusticia social, el desempleo, la corrupción,
la impunidad y tolerancia de los gobernantes de turno frente a ella.
Ante esta situación, de carácter social y económico, el fútbol es, sin duda, el
mejor antídoto, la mejor vacuna, pero sobre todo, el mejor distractor para
evitar que la “bomba de tiempo” explote, o mejor dicho, evitar que los pueblos,
por un lado, reflexionen, piensen, se percaten, de dichas lacras sociales y sus
causas, y por otro, evitar que las reacciones ante ellas se conviertan en
incontrolables movimientos o rebeliones sociales.
Pero, la gran interrogante es: ¿Qué pasaría si ningún medio televisivo o radial se interesara por el fútbol, o pasara a éste por desapercibido? ¿Pues, en lugar de saturar los cerebros de las personas, hablando de futbol, mañana, tarde y noche; durante una semana o un mes; tal como hoy se lo está haciendo a propósito de las eliminatorias para el Mundial Rusia 2018? Entonces, la situación sería diferente; quizá, el distractor y el entretenimiento no sería tan masivo, ni tampoco tan artificial y efectivo. Los instrumentos mediáticos, especialmente la televisión logran que el fútbol sea masivo; porque se convierte en algo “contagioso”, algo que genera una reacción en cadena, pero para lograr ello los instrumentos mediáticos, tienen que machacar los cerebros de la gente durante varias horas, días o meses con el mismo tema. Por lo mismo, el entretenimiento o la distracción se convierta en masiva, hace que todos aquellos que están frente a una pantalla, reaccionen frente a un gol tal como reaccionan los que están en el estadio. La televisión logra que todo el mundo se ponga, por ejemplo, la blanca y roja, se pintarrajee la cara, se ponga una máscara, use una vincha, como elementos simbólicos del equipo preferido, como resultado de un proceso de imitación, o un simple acto mecánico, es decir acto sin reflexión. Esto lleva a la conclusión de que, en este caso, la diversión, la alegría, la euforia, la pasión y todo lo que tenga que ver con entretenimiento, son acciones provocadas, estimuladas, inducidas, por los instrumentos mediáticos, especialmente por ese aparatito llamada “cajita boba”. ¿Todo esto es gratis? NO. De hecho, en general, el fútbol es el deporte, y porqué no decir, la “industria” por donde fluye más dinero, legal e ilegal, que por cualquier otra industria. Más aún cuando se trata de un Mundial. “Para muestra basta un botón”, reza la expresión popular. Según algunos especialistas, de las agencias de viajes, el costo para ver todos los partidos del Mundial Rusia 2018, que incluye alimentación, hotel, algunas visitas turísticas, estaría bordeando los 20,000 dólares por persona. Es decir, el fútbol, en este nivel, desde la perspectiva económica, sería sólo para una élite plutocrática. El común y mortal, el de la clase media, el pobre tendrá que contentarse con verlo sólo por televisión. Por lo tanto, las empresas televisivas se convierten en el medio por donde discurren los miles de millones de dólares, por los auspicios, los anuncios, los altos niveles de sintonía, etc. Entonces, el hecho de saturar los cerebros con futbol, las 24 horas del día, por decirlo de algún manera, no es gratis. No es por amor a la camiseta, amor al Perú, para lograr la identidad de los peruanos, la unión, etc., etc., etc., sino por simple y llanamente; por un lado, por amor al dinero y por otro; para ocultar los verdaderos problemas de una nación, al utilizar el fútbol como una efectiva cortina no de tela ni hierro, sino de humo.
Escrito: Octubre, 2017
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