Por Rocío Silva Santisteban
El escándalo de la foto trucha de Antonio Coasaca, agricultor del
Valle de Tambo, con un “miguelito” obligado a portar en la mano por un miembro
de la Policía
Nacional del Perú (cuyo gafete decía Filosofexxx) para la
foto incriminatoria de rigor, trae nuevamente a colación el debate sobre los
famosos convenios secretos entre la
PNP y las empresas extractivas. ¿Por qué, si la acción de ese
policía era un delito y los convenios son totalmente legales? Pues porque
plantea un tema simple pero importantísimo para la democracia peruana: ¿debe la
policía trabajar para los privados recibiendo un sueldo?
La historia comienza en la época de Fujimori, pero se perfecciona
con Mercedes Cabanillas en el Ministerio del Interior, y tiene como fondo la
antidemocrática idea de que este Estado precario solvente a su policía
alquilándola a las empresas. La idea no parecería tan descabellada si pensamos
en aquel policía solitario que cuida la puerta del banco, de la universidad, de
una construcción y se gana alguito con este “convenio por servicios
extraordinarios complementarios”. Pero cobra otro tipo de tono cuando
imaginamos a un contingente de la
DINOES , con entrenamiento de élite, solventado por una
empresa como Yanacocha, Shahuindo, Xtrata o Gold Fields, con la misión de
“intervenir en situaciones especiales cuando la asociación política social haga
previsible que podrían afectarse la integridad física de los trabajadores o
contratistas de la empresa”.
En realidad, la PNP
no debería de recibir un solo centavo más por hacer su trabajo, pero sus
oficiales reciben, según este convenio, 38 soles diarios y los suboficiales 24
soles diarios, ademas de rancho, movilidad y habitación. ¿Por qué estaría mal
que una empresa solvente estos gastos? Porque la PNP es del pueblo, está para defenderlo de la
criminalidad y no de las empresas para defender su patrimonio. Eso lo hacen los
guachimanes. La PNP
es la delegada del Estado peruano en el monopolio de la fuerza y no guardianes
de las mineras.
Debido a estos convenios durante la situación de tensión en Espinar
en mayo del 2012, la PNP
detuvo y llevó al campamento minero a nuestro compañero, el comunicador Jaime
Borda de la Vicaría
de Sicuani, y a Sergio Huamaní, quienes se encontraban en una camioneta de la Vicaría sin hacer nada, y
adentro de las instalaciones de la empresa los enmarrocaron, los golpearon y
les dieron tratos crueles, inhumanos y degradantes. Ergo, los torturaron.
Asimismo “sembraron” municiones en la camioneta de la Vicaría para
incriminarlos: ¿no suena conocido? Se presentó una denuncia que fue archivada
porque no se tenía el “convenio secreto”, esperamos que ahora con un hábeas
data se pueda tener esa información de manera oficial y que el Ministerio
Público haga su trabajo. En julio del 2012 tuve una conversación con dos altos
funcionarios de Xtrata y les pregunté sobre su posición en torno a este
delicado tema. Uno de ellos, de nacionalidad argentina, fue lo suficientemente
franco y transparente y me dijo: “Nosotros cumplimos con las normas peruanas”.
Es cierto, la pelota está en la cancha del Estado peruano,
específicamente, en el área del Ministerio del Interior. Por eso mismo, desde la CNDDHH hemos presentado
numerosas cartas e incluso audiencias públicas ante la CIDH sobre este tema, y
personalmente le he planteado esta situación de inequidad a Juan Jiménez Mayor
cuando era Premier. ¿La respuesta? Los convenios tienen caducidad y no serán
renovados. Entonces, ¿en este momento los gerentes de Xtrata podrían confirmar
que no contratan a la PNP
como guachimanes? ¿Y la
Southern podría afirmar los mismo?
No nos preocupan solo esos policías que reciben
un salario, sino los otros, los que no se encuentran dentro de los convenios,
los que reciben una latita de ración diaria como si
fueran gatos, los que duermen a la intemperie y hacen todo lo posible por
“agradar” a la empresa para que los contrate, incluso, sembrar armas
punzocortantes entre los manifestantes.
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