Andrés Zevallos, nació en
Cajamarca y tenía 101 años de edad. Fue discícipulo de José Arnaldo Sabogal Diéguez, Además de
pintor, es autor de un hermoso libro, "Cuentos del tío Lino"
Mucho se comenta de Andrés
Zevallos por el centenario de su nacimiento, pero pocos saben de su pasado. Su
papel como pintor, agricultor, camionero, docente etc. Son parte de la fecunda
vida del último gran indigenista.
¿Quién fue Andrés Zevallos de la
Puente?.
Andrés Zevallos, maestro de las
artes plásticas, continuador de la corriente indigenista iniciada por Mario
Urteaga y maximizada por José Sabogal, cumple cien años de su nacimiento, quién
fuera homenajeado por distintas instituciones.
Su talento en pintura, sus
vivencias de la cultura andina y la influencia de grandes maestros como
Urteaga, Sabogal, Bagate y Blas “cultores del indigenismo” hicieron a Zevallos
que adopte esta corriente, en cuyas obras muestran las actividades andina del
campesinado y la naturaleza.
Entre sus producciones
sobresalen: “Cuentos del Tío Lino”, “Boceto Biográfico del pintor Mario
Urteaga”, “Tres Pintores Cajamarquinos”, etc.; así como, sus producciones
literarias sus pinturas encierran un profundo mensaje de identidad del pueblo andino.
Y pensar que hace cien años, un
29 de diciembre de 1916 nació el maestros de la plástica, Andrés Zevallos de la
Puente en Campodén provincia de Contumazá, quien a sus 5 años sorprendía a
propios y extraños por la perfección de sus trazos cuando dibujaba peces,
pájaros y flores en el patio de su casa con un pedazo de carbón o arcilla.
Andrés Zevallos no cuenta que a
sus 9 años, sus padres abandonaron Contumazá para trasladarse a Cajamarca;
coincidencias de la vida para un maestro de la plástica, llegó a vivir frente a
la habitación de un distinguido pintor cajamarquino, se trataba de Bagate,
seudónimo de Juan del Carmen Villanueva Rodríguez, donde la gente se reunía en
Belén para apreciar los cuadros que mostraba desde la ventana de su casa y en
reconocimiento a su incomparable trabajo era fuertemente aplaudido; fue en ese
momento -describe Andrés Zevallos- que se dio cuenta que su habilidad para
dibujar y pintar era un talento que tenía un enorme valor”.
Zevallos estudió en el colegio
San Ramón, ganó todos los concursos de dibujo, pero pronto llegó el momento de
tomar una decisión en su vida, decidir la carrera profesional a estudiar
(cursaba el quinto de secundaria). Justo en esos tiempos apareció una gran
noticia por el periódico, que “los Cajamarquinos Mario Urteaga y Camilo Blas
habían ganado concursos de pintura en Chile”, esa noticia es otra coincidencia
que ayudó a decidir mi futuro dijo Zevallos, “ahí me dije a mi mismo, Yo me
hago pintor”.
Tomada la decisión, Zevallos
tenía que comunicar a sus progenitores, ese momento era el más difícil de
enfrentar, su papá quería que sea abogado y su mamá cura, sus tíos también se
asombraron. No entendían su decisión de desaprovechar la oportunidad de
convertirse en abogado para dedicarse a la pintura; pues, no avizoraban el
talento del futuro maestro.
Los años pasan, la infancia es
como un sueño, la fuerza de la juventud se queda en la primavera, la sabiduría
pasa a tomar vigencia durante los 365 días de cada año para acompañar a
entender el significado de la vida. Andrés Zevallos ha añejado sabiamente su
arte durante 10 décadas manteniendo en vigencia el indigenismo.
Su perfecta técnica en sus trazos
y excelente combinación de colores mostrados en cada cuadro le llevaron a las
galerías más importantes del mundo: Alemania, México y Estados Unidos, etc.,
significando un sin número de distinciones y reconocimientos en el Perú y el
extranjero, quién fuera condecorado con la “Orden del Sol Naciente”, Rayo de
Oro y Plata por el gobierno de Japón.
En su centenario fue condecorado
por el Gobierno Regional Cajamarca, Municipalidad Provincial y otras
instituciones y organizaciones por dejarnos una herencia que inmortaliza la
cultura andina, cimentando el sentimiento peruano de generación en generación
ante las corrientes políticas y económicas que pretenden desaparecerla.
También conoció al distinguido
pintor peruano, Camilo Blas, seudónimo de José Alfonso Sánchez Urteaga, quien
convenció a Zevallos viajar a Lima para estudiar en la escuela de Bellas Artes,
en ese entonces sus padres de alguna manera se habían convencido y aceptaron la
decisión.
Cuando inició a estudiar en la
capital se encontró con los insignes Sabogal y Blas quienes eran docentes de
escuela de Bellas Artes. Él nos cuenta, que a la hora de repartir los cupos, no
le pusieron en el taller de Camilo Blas, sino en el de Teresa Carvallo,
totalmente desconocida para él; entonces, habló con Camilo Blas para suplicarle
que le considere estar en su taller, “está bien, le dijo, pero mejor hagamos
una cosa, después de tres meses, usted me dice si quiere seguir con Teresa o
pasa a mi taller”. Durante esos tres meses, Teresa le acogió con gran interés,
debido a su vocación y asumió un rol orientador, entonces decidió quedarse con ella.
Terminó los 4 años de ciclo
básico de estudios, pero le faltaba 3 años de especialización, era consiente de
la escases económica que vivía su familia, por lo que decidió hacer su vida
solo. Así comunicó a sus padres su decisión y pidió que el dinero iban a
invertir en sus estudios se destine para la educación de sus hermanos.
Conoció a mucha gente, incluso a
Julio C. Tello, quién le dio opción de trabajar, pero con el sueldo del
barredor; mientras que, este pasaba a ganar el sueldo del dibujante, trabajó
para el Ministerio de Salud Pública como inspector de salud pública del río
Rímac y docente universitario en San Marcos.
El destino le regresó a Cajamarca
a su natal Contumazá a cultivar la tierra por 10 años, también fue profesor del
colegio recientemente creado hasta que en el gobierno de Odría le persiguió;
perdió a su primera esposa, quedándose a cago de sus 4 hijos. Felizmente tuvo
el apoyo de sus hermanas en el cuidado de sus niños cuando se convirtió en
camionero para sustentar sus gastos.
Mientras los pinceles esperaban
su turno, Zevallos volvió a la docencia en el colegio San Ramón. Fue director
de la Casa de la Cultura por 17 años, a pesar que aceptó el cargo solo por tres
meses. Presentó varias cartas de renuncias más fue ratificado por varios
gobiernos hasta que llegó el momento de su jubilación como docente y también su
renuncia irrevocable al cargo de la Casa de la Cultura.
Se dedicó de pleno a la pintura, armando un
taller en su casa donde guarda una Xilografia de Sabogal, Zevallos muy amenamente
nos cuenta el momento que le pidió a Dios que le dé 20 añito de vida para
recrear su arte de todo lo que tenía embalsado desde su niñez hasta su
juventud; tiempo en el cual alcanzó logros a nivel nacional e internacional.
Cumplida su petición, Dios prorrogó indefinidamente su tiempo de vida porque le
faltaba crear muchas obras llenas de inspiración.
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