Sociólogo: Avelino Zamora Lingán
“América Latina
es pacífica, tranquila, como un obediente perro simpático, durmiendo en la
alfombra. El único problema es Venezuela”,
sentenció el presidente peruano Pedro Pablo Kuczhinsky, ante Donald Trump, allá
en el país del Tío Sam. Pero, claro que para el imperialismo norteamericano y
para toda la derecha latinoamericana, acostumbrada a acumular fortuna a costa
de los marginados sociales, a vender los recursos naturales, a invertir una
aguja y llevarse una barreta y a distribuir migajas a la población, como ahora
lo está haciendo en Perú, a propósito de los desastres naturales y así lo hará
en cualquier parte de nuestra América latina; Claro que Venezuela no es el “perro
simpático”, que duerme tranquilo sobre la alfombra de su amo. Puesto que desde
que Hugo Chávez Frías asume el poder, Venezuela se convierte en “el perro que
no aguanta pulgas”. Ese “perro” empieza a gestarse con Chávez cuando entra en
el escenario político en el año 1992, a través de una rebelión militar, contra Carlos
Andrés Pérez, el derechista de turno.
Hasta ese entonces, la derecha venezolana se turnaba y reinaba en el poder
desde hacía varias décadas para beneplácito del imperialismo yanqui, quien como
es su costumbre, con la venia y sumisión de los gobernantes venezolanos,
“demócratas” todos ellos, Venezuela lindaba entre el patio trasero de los
Estados Unidos, tal como Cuba lo era antes de la revolución castrista y la
sumisión perruna hacia el imperio. Ahora no es así, porque Chávez y su
ideología bolivariana, “chavista” como suele llamarle la derecha, “le dio
vuelta a la tortilla” y, ese es el escozor que fastidia a todo el imperio
yanqui y sus lacayos esparcidos en toda américa latina y el mundo.
¿Por qué? el llamado despectivamente “Chavismo”
resultó no ser “el perro simpático” para el imperio norteamericano y para las
clases dominantes de América latina? Precisamente, porque se atrevió a realizar
cambios estructurales en su país, o mejor dicho se atrevió a voltear la
tortilla, lo que anteriormente ninguno de sus antecesores derechistas se atrevió
porque su lógica de pensamiento no les permitía. Veamos algunos de esos cambios
estructurales: Cambio de la constitución, obviamente para realizar cambios que le mejoren la calidad de vida al
pueblo venezolano, tenía primero que sustituirse la vieja Constitución
colonialista por una nueva mucho más soberana, popular y progresista. Chávez
también se atrevió a cambiar hasta los símbolos patrios, los cuales hasta ese
entonces poco o nada tenían que ver con la identidad llanera, por símbolos
muchos más representativos y que reflejen verdaderamente la identidad de los
venezolanos. Para ello, en marzo del 2006, la Asamblea Nacional, también creada
por Chávez, aprobó la Ley de Bandera, Escudo e Himno nacionales, lo cual
permitió modificar la bandera incorporándole ocho estrellas; asimismo, en el
escudo se incorpora el arco y la flecha indígenas, asimismo el machete
campesino; y, obviamente, se modificaba la disposición del caballo del cuartel
inferior. Del mismo modo, en abril de ese mismo año, Chávez anuncia que
Venezuela podría retirarse de la Comunidad Andina, en la medida que tal
institución no funcionaba como resultado de la firma de los Tratados de Libre
Comercio-TLCs, firmados por Colombia y el Perú con Estados Unidos. Pero, aquí,
Chávez tampoco se queda atrás y promueve los TCP (Tratados de Comercio de los
pueblos), en el marco de la Alternativa Bolivariana para las Américas – el
famoso ALBA, entidad que a su vez, tenía como objetivo contrarrestar la
influencia del Área de Libre Comercio de las Américas, promovida por el imperio
Yanqui.
Otras medidas de impacto popular en sentido positivo,
tomadas en noviembre del 2001, son: la aprobación de 49 decretos ley, que
asustaron a la clase política derechista y a los empresarios venezolanos,
porque, con tales decretos, veían recortados, vulnerados o alterados los
privilegios que hasta ese entonces tenían. Por ello es que promovía marchas,
protestas, pedían solidaridad de sus congéneres en América Latina, Perú era el
primero en solidarizarse con la causa empresarial y derechista venezolana a
través de la dictadura Fujimorista. Entre estos decretos ley, los más
importantes eran: La Ley Orgánica de
Hidrocarburos, que incrementaba al 30 % la tributación al inversionista privado
y además se fijaba en 51 % la participación del Estado en sociedades mixtas del
sector de hidrocarburos, sector estratégico para el “chavismo”, como le llama
la derecha bruta y achorada. Aquí en Perú, a los inversionistas extranjeros no
hay que tocarles ni siquiera con el pétalo de una rosa, porque se espantan, se
van y la población se muere; pues, al contrario, el Estado no tiene porque
proteger los recursos naturales ni participar como accionista en los sectores
estratégicos, puesto que hay que venderles o regalarles todo a los extranjeros,
sin ningún espíritu de soberanía nacionalista. De otro lado, entre los decretos
ley, también, se contemplaba la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario que
posibilitaba la expropiación de Latifundios, es decir, de alguna manera, Chávez
hizo en Venezuela lo que Juan Velasco hizo en el Perú: Distribuir la tierra a
los campesinos más pobres. Obviamente, ante esto, los latifundistas venezolanos
pusieron el grito en el cielo, desarrollando su odio contra Chávez, tal como
los latifundistas peruanos lo desarrollaron contra Velasco. Ese es el
“chavismo” al que tanto odian muchos en Perú, en Venezuela y en Toda América
Latina. Claro muchos lo hacen por desconocimiento o influidos por los
instrumentos mediáticos de la derecha pero otros la hacen por lógica, porque
Chávez chocó con los sagrados intereses económicos de la clase dominante venezolana. Pero, pese a ese odio y a esa fobia política
que le tienen a Chávez, al “chavismo” y a los “chavistas”, no hubo, no hay ni
habrá vuelta atrás. Todo indica que el curso de la historia en Venezuela está
escrito, está en marcha y nadie ni nada lo detendrá. Salvo la fuerza, las balas
o las invasiones extranjeras, encabezadas por el imperio.
Desaparecido Chávez y ya con Nicolás Maduro en el
poder, la derecha y sus aliados extranjeros, así como los grandes empresarios y
el imperialismo norteamericano no cesan en frotarse las manos y los bolsillos para
hacer retroceder la historia. No cabe duda que creyeron que era fácil retornar
al reino perdido. Pero no es así. Luego que, de parte de la derecha y grandes
empresarios, Maduro ha venido soportando tantas intrigas, trinquetes,
maledicencias, infamias, que le hacían la vida a cuadritos, incluso “hablar con los
pajaritos”; el Tribunal Supremo de Justicia, no Maduro, amparado en la
Constitución, aprobada por referéndum, por el pueblo venezolano, ha decidido
cesar en sus funciones a la Asamblea
Parlamentaria (Congreso), con el objetivo posible de allanar el camino a la
victoria final, cual es la consolidación del Socialismo del Siglo XXI, diseñado
y soñado por el Comandante Chávez. No importa los calificativos de “Dictador”, “tirano”,
“diablo”, “satanás”, “lucifer”, etc., etc., que se le hacía al Chávez y hoy a
Maduro, el camino trazado por los venezolanos parece no tener retorno o en el
mejor de los casos, para la derecha y el imperio, será muy escabroso y espinoso.
Lo que diga o piense la derecha y sus incondicionales, por quedar bien ante el
amo imperialista seguro le debe tener sin cuidado a Maduro y al pueblo venezolano.
Sobre todo al pueblo, porque sabe que el ese “dictador”, “diablo”, “tirano”, o
simplemente “Chavista”, continuador del “Chavismo”, etc., etc., le ha mejorado,
considerable, cualitativamente sus condiciones de vida, pero además, le ha devuelto
eso, que otros gobernantes, como por ejemplo, los peruanos, fácilmente
pisotean, hipotecan o regalan: dignidad, soberanía, independencia.
Finalmente, a la derecha peruana, cuando le conviene
y, sobre todo, cuando no tiene otra alternativa que “aceptar” o resignarse ante
la decisión venezolana de “disolver” a la Asamblea Parlamentaria, es comparar la decisión nefasta del
fujimontesinismo con la “decisión” de Nicolás Maduro. No hay punto de
comparación: Para empezar. En el Perú, el día 5 de abril de 1992, Fujimori
atropella la Constitución del 79 (Maduro no ha roto la Constitución Venezolana,
al contrario ésta es usada por el TSJ-V); en cambio, Fujimori toma la decisión
prepotente y oscura de “disolver” el Congreso, arrojando, con ello, la
Constitución al tacho de basura. En ese entonces, Fujimori sí apareció
directamente ante todos los medios televisivos y radiales nacionales anunciando
sorpresivamente su decisión, con su famosa palabrita “DISOLVER”; mientras que
en Venezuela no es Maduro quien sale directamente a anunciar la decisión sino
es el Tribunal de Justicia, seguramente con todas las atribuciones y
competencias que le otorga la Carta Magna y las Leyes de su país. Pero, las
diferencias más importantes son: Fujimori disuelve el Congreso para imponer y
consolidar el modelo económico neoliberal, un modelo muy agresivo laboralmente
para los peruanos, excluyente y depredador de la naturaleza, cuyas
consecuencias lo estamos sintiendo y viviendo todo el pueblo peruano; mientras
que en Venezuela el llamado “golpe” o “autogolpe” de Estado, es para evitar
detener el rumbo del llamado socialismo del S. XXI, iniciado por Hugo Chávez.
En el primer caso, el golpe de Fujimori fue para abrirle las puertas de par en
par y consolidar el modelo económico y allanarle el camino a la aplanadora del
capitalismo salvaje, mientras que en el segundo caso, en el de Venezuela, la
medida es para evitar que el parlamento derechista allane el camino para que
retorne el modelo económico neoliberal, puesto que los capitalistas jamás se
van a sentir cómodos con un modelo que les recorte las gollerías y privilegios
que les otorga el libre mercado, sabiendo que “aplicar el modelo de libre
mercado sin ningún control ni fiscalización estatal es como dejar a los lobos
en el corral durmiendo con la ovejas” o meter al zorro en el corral de
gallinas”. Y, lo que es mucho más grave es que cuando Fujimori disuelve el
Congreso, a la par que se impone y consolida el modelo neoliberal se
desarrolla, generaliza e institucionaliza la corrupción, cuyas consecuencias,
todos los peruanos lo estamos sufriendo ahora, de manera totalmente
desvergonzada, con el caso Lavajato, ODEBRECHT, Graña y Montero, etc., etc. done
cinco cuatro presidentes y uno en funciones están enlodados hasta el cuello. Mientras
que en Venezuela, todo indica que no existe una corrupción institucionalizada,
de lo contrario la prensa adicta al imperio norteamericano todos los días se
ocuparía ello. Es probable que exista corrupción pero no en la dimensión que
existe en Perú, por ejemplo. De allí que la decisión del Tribunal de Justicia
Venezolano, también estaría orientada a evitar que el cáncer de la corrupción
crezca a niveles astronómicos, puesto que el libre mercado, en la medida que
opera sin ningún control ni fiscalización, fácilmente se desarrolla la
corrupción. La conclusión es que el reverso oscuro del modelo económico
neoliberal, aunque el propio modelo ya es oscuro de por sí o por naturaleza,
sería la corrupción. Por ello es que Venezuela tal vez está protegiendo el “cuerpo social” del pueblo venezolano,
para impedir que ese cáncer maldito de la corrupción penetre en él.
Escrito: abril del 2017
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