Elegir entre el agua y el oro es lo mismo que escoger entre la vida o la muerte para los pobladores de Celendín, y de Encañada, de la provincia de Cajamarca. Ellos rechazan el proyecto minero Conga, que demandará una inversión de 4 mil 800 millones de dólares, una de las más grandes en la historia del país. No lo quieren porque es una amenaza para los recursos hídricos. Sin agua, dicen los comuneros, se mueren.
Yanacocha es la mina de oro más grande del mundo, la que más utilidades rinde económicamente, pero paradójicamente la población que habita en ese departamento es el segundo más pobre entre los pobres del Perú. Ningún presidente peruano ha sabido valorizar la riqueza que tiene en su país. Esta mina solo deja el 1% de sus utilidades al Perú. Además de diezmar a la población de enfermedades, y de utilizar la mano de obra campesina a precio de 180 dólares por mes en jornadas de 12 horas a 4000 metros de altitud.
Quién defiende a esta población analfabeta, empobrecida y enferma de los avatares de sus propios dirigentes y representantes del estado.
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