lunes, noviembre 14, 2011

LA VIDA NO ES NEGOCIABLE

Por Sociólogo: Avelino Zamora Lingán

La vida, ese don que en el transcurso de millones de años surgió a partir de complejos procesos químico-biológicos, donde cuatro elementos fundamentales: tierra, fuego, aire y agua, juegan un papel vital, es tan invalorable y única como para echarla a perder sólo porque la ambición, el egoísmo y el poder económico de unos prevalece sobre la debilidad, la impotencia y la indiferencia de otros. No cabe duda que en el centro de esta dicotomía humana se encuentra ese maldito y a la vez adorado objeto mercantil: EL DINERO. Reiteramos, la vida es de incalculable valor que científicamente ha sido definida así: “Forma de movimiento de la materia; es superior a las formas físicas y químicas y posee varias peculiaridades específicas. Los rasgos fundamentales de la vida se hallan en la conocida conceptualización de Engels: la vida es la modalidad de existencia de los cuerpos albuminoideos o proteicos, y esta modalidad de existencia consiste, sustancialmente en el intercambio constante de sustancias con la naturaleza que los rodea” Esto significa que los seres vivos (hombre, planta, animal y tierra) intercambian permanentemente sustancias, dentro de ellas el agua, como elemento vital, estableciéndose una relación dialéctica, lo que implica que lo uno (los seres vivos) no puede existir sin lo otro (el agua) y viceversa.

Pero, si la vida consiste en el intercambio de sustancias de la naturaleza ¿Qué otorga el hombre a cambio de lo que extrae de ella? A los animales y a las plantas que también su vida depende del agua, no le podemos exigir nada, porque son seres vivos pero no racionales, es decir, sin conciencia y sin facultad para pensar en el futuro; aun así no se conoce de ninguna especie animal, que haya decidido destruir su propio hábitat. En cambio el hombre, pese a ser dotado de raciocinio, de conciencia y de facultad de pensar, en lugar de devolver a la naturaleza, protección y condiciones ecológicas para que las fuentes de agua se reproduzcan, ha decidido, en el marco del espíritu capitalista, destruir su propio hábitat, al destruir las fuentes de vida como son sin duda los colchones acuíferos.




En esta perspectiva ¿Cuántos kilos o cuántas toneladas de oro pueden costar el agua; y, en consecuencia la vida de un ser vivo, o mejor dicho de miles o millones de seres vivos, entre éstos del hombre, si es que son privados del líquido elemento? En primer lugar, tal interrogante probablemente esté en la mente de quienes piensan, de las transnacionales por ejemplo, que el agua, la vida, la conciencia, si son negociables, tan igual que cualquier otra simple mercancía; pero para quienes privilegiamos la vida y con ella, el agua, ni siquiera se debería plantear tal interrogante, porque la vida no es negociable, lo que implica que ni siquiera todo el oro del mundo puede comprar una fuente de agua.

Desde la perspectiva vitalista, es decir, desde la concepción de quienes apreciamos la vida antes que el oro, no existe ninguna justificación para destruir un colchón acuífero, tampoco para intercambiarlos por reservorios artificiales, menos todavía cuando lo artificial se justifica solamente allí donde no existe lo natural; pero cuando existe lo natural, así como las lagunas y humedales existen cambiarlo por fuentes artificiales, cabe únicamente en el marco de mentes criminales, que solo piensan en sus bolsillos. Jamás se puede, valga la redundancia, pensar en cambiar las lagunas naturales por reservorios artificiales, aunque se diga que éstos van a ser de mucha mayor capacidad. Tal como decía un poblador campesino una pierna, una mano, un corazón o hígado artificial, aunque se justificarían talvez en casos de mal funcionamiento de éstos, no pueden funcionar tal como los órganos naturales. Además, si junto con la desaparición de las fuentes naturales de agua desaparece también el agua misma, la pregunta del millón es: ¿cómo se piensa mantener el caudal de los reservorios artificiales, acaso con el agua de las lluvias? Sí esto fuera así ¿y, en los tiempos de sequía? ¿A través de bombeo de agua del subsuelo? No soy experto en hidrología o infraestructura hídrica, pero mi sentido común me dice el almacenamiento de agua en un reservorio es relativamente de corta duración, más aún lo sería en un espacio geográfico empinado como lo es el de la sierra cajamarquina, que favorece la acumulación de sedimentos, por su la fluidez de éstos de manera más rápida. Peor aún, tales sedimentos serían aquellos producidos por las actividades mineras, lo cual incrementaría más el riesgo para la salud de los seres vivos.

Por último, desde la orilla de quienes optan por el cambio de lo natural por lo artificial, se dice que la actividad minera siempre ha convivido con la agricultura. Cierto, pero lo que no se dice que esa convivencia jamás fue armónica, al menos en los países llamados sub desarrollados; y no se dice también que durante esa convivencia el costo social ha sido altísimo, expresados en escupitajos de sangre y miles de incas, indígenas y campesinos muertos en los socavones, y la generación de pueblos fantasmas como la Oroya y Hualgayoc en Perú, o Potosí en Bolivia, por citar sólo estos lugares y estas naciones. Además, la minería siempre es temporal en un espacio concreto, depreda, exprime todo el mineral que encuentra y desaparece, mientras que la agricultura, aunque de subsistencia, siempre queda. También se dice desde las transnacionales mineras que qué sería de la humanidad sin los metales o minerales, o de los hospitales sin la existencia de los metales , básicos para la fabricación del instrumental de salud; pero no dicen es que la humanidad pudo vivir muchos miles de años (y en armonía) sin la existencia de los metales, no dicen que el hombre, antes de la era de los metales, supo aprovechar muy bien y racionalmente lo que la naturaleza, le proveía, sin que ello implique la destrucción de la misma. Además, eso de que el oro se extrae para la fabricación de instrumental de salud es relativo, tal vez algunos de tales instrumentos sean de oro. Lo cierto es que el oro es un metal tan precioso y preciado que por su alto costo monetario su uso se reduce a pequeños grupos sociales de plutócratas. Y, su uso también se limita a la fabricación de productos suntuarios o superfluos, destinados precisamente a esos grupos de ricos del mundo. Un ejemplo, lo constituye el gran hotel, enchapado de oro, con accesorios de oro, vajilla de oro, done pernoctar una sola noche tiene un costo de 30,000 dólares, existente en un país árabe, tal como dio cuenta un medio de comunicación nacional. Pregunto: ¿Qué importancia puede tener, para un peruano, para un cajacho o para un shilico, este gran hotel de oro, (tal vez fabricado con oro llevado de nuestros cerros) a tal punto como para cambiarlo por sus fuentes hídricas?

También dicen que la actividad minera “trae desarrollo” y se permiten lanzar o presionar a sus trabajadores para que vociferen a los cuatro vientos tal slogan, haciendo creer al los pueblos tremenda falacia. En primer lugar, cabe advertir que el concepto “desarrollo” ha sido prostituido por políticos demagogos, empresarios rentistas, agentes económicos transnacionales y hasta por académicos liberales, quienes lo usan más como un cliché que como una verdadera arma para sacar del hambre a los pueblos. En segundo lugar, precisamente los demagogos liberales confunden deliberadamente el término desarrollo con crecimiento económico. Esto es fácil de comprobarlo: los indicadores de desnutrición, salud, educación, calidad de vida o esperanza al nacer contradicen lo que desde la óptica de las transnacionales se dice. Cajamarca y el país en general, no está en la categoría de desarrollo, ni siquiera hay tendencias hacia esta situación; lo que si es evidente, de acuerdo con la visión dialéctica del desarrollo, es el desarrollo pero del subdesarrollo, en otras palabras hay desarrollo pero de la pobreza, del atraso. Hace veinte años que las transnacionales mineras, entre otras, que vienen operando en nuestro país y además con todas las adecuadas condiciones (estabilidad jurídica y tributaria, contratos insultantes para los peruanos), por no decir gollerías, que los gobernantes “vende patria” han otorgado, creo que han sido suficientes para sembrar escepticismo en la población respecto a que definitivamente la actividad minera, tal como opera en nuestro país, jamás va generar desarrollo, aunque los ideólogos vinculados a tales actividades nos hablan del “desarrollo” como sí tales transnacionales recién hubiesen llegado ayer. Cuando nos hablen de desarrollo, la situación de Cajamarca, la Oroya, Hualgayoc y la de otros lugares de América Latina y de África, donde a existido explotación minera, son nuestros mejores espejos, mirémonos en ellos.

Y para aquellos que creen que sólo la actividad minera es lo que va generar desarrollo en Cajamarca y el Perú, pues, le decimos, al estilo Markarian “me tienen podrido” con ese cuento. Pues esta posición no pasa de ser interesada y cómoda, claro, obviamente aplaudida por las transnacionales. Olvidan que un país como el Perú, con la mayor diversidad agroecológica y diversidad paisajística, se puede generar desarrollo también promoviendo la agricultura, la ganadería, el turismo, la artesanía, talento humano, etc. Sectores, que han sido prácticamente abandonados por los sucesivos regímenes de turno, por declarar a la actividad minera como de primera prioridad a nivel nacional; pero para ello también es necesario combatir con firmeza la corrupción, aquella lacra que sólo en 15 años de régimen aprofujimontesinismo se ha llevado entre 10 mil y 15 mil millones de soles, mermando así las posibilidades de desarrollo del pueblo peruano. Sí sólo se prestara un poquito de atención a los sectores antes mencionados sería suficiente como para entrar a un proceso de desarrollo sustentable. Asimismo, entraríamos a un proceso de independencia económica de la actividad minera. Allá quienes creen en la dependencia externa absoluta, que dominados por el colonialismo mental piensan que únicamente la actividad minera, realizada por empresas extranjeras es lo que nos va sacar del subdesarrollo.

Escrito: 2 de noviembre del 2011

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