Quien quiera
dedicarse a la política, tal como se la concibe, se la siente y asume en Perú,
tiene que aprender a ser un vulgar mentiroso, un palurdo caradura y un
miserable todo-terreno. Aquí abundan los que dicen que no dijeron, que la
prensa tergiversó sus palabras, que los pusieron con frases fuera de contexto,
que todo el mundo está equivocado, dejando –claro está- a salvo el poder
corrupto de sus mentiras, el cáncer que ha envilecido hasta las alcantarillas,
la política nacional.
¿Por causa de qué
las mentiras de los mentirosos profesionales no generan sorpresa o indignación?
Don Manuel González Prada ya retrataba la pobreza intelectual, moral, cuasi
sempiterna, desde el mismo inicio da la República , de los legiferantes. A ellos se
otorga, por historia, un despreciable lugar en el fango pestífero vigente. Y,
como en todos los ámbitos, hay excepciones que siempre son minoría menos que
minúscula.
Pocas horas atrás,
el Establo aprobó el TLC con Gringolandia. Lo hizo en el dintel de feriados, en
horas de la noche, tarde muy tarde, y con una discusión que asemeja los gritos
de mudos y la visión de ciegos a quienes el pueblo paga para que protagonicen
desdorosas actuaciones de improvisación e irresponsabilidad.
La conjura no es
gratuita. Obedece a la componenda de embrutecimiento colectivo que discurre por
los medios de comunicación que alientan persecuciones políticas y la
demonización de quienes, por tener otros puntos de vista, son caracterizados
como violentistas y malos, en suma, gente a la que hay que encarcelar o
eliminar por las vías que fueran. ¿Alguien se ha preguntado cómo es que hay
tanto favoritismo por la suscripción del TLC con EEUU, si casi nadie conoce de
qué trata el asunto?
¿No hay asesores
que puedan sugerirle al presidente Toledo que su viaje a Gringolandia, según
dicen, para “impulsar” que el Congreso de ese país, suscriba el TLC con Perú,
es una tontería sólo para crédulos y bobos? Quienes algo conocemos del mundo,
sí sabemos cómo se trata por allá a quienes no tienen ninguna importancia. Y los
latinoamericanos seremos siempre eso. Sólo en prensa como la nuestra se logra
“informar” de la supuesta validez que tienen mandatarios como los que por aquí
tenemos.
El adocenamiento
de la política tiene en los mentirosos profesionales a sus vectores más
despreciables. Son ellos los que se encargan de mantener el status quo y las
asimetrías sociales. La gente está harta de verlos pero no hay recambio porque
también dominan las marquesinas de gran parte de los medios que sólo “permite”
la exhibición de los mismos idiotas que se pasean de canal en canal, de radio
en radio, de periódico en periódico.
Sin embargo de lo
antedicho, múltiples grupos juveniles y universitarios, de base y con savia
popular, están generando sus propuestas y alentando el estudio de nuevos
caminos. Esto permite albergar ¡qué duda cabe! la esperanza de barrer y
pulverizar a los mentirosos profesionales. El agotamiento de su estampa será
tarea de las nuevas promociones, mientras tanto, agitar las banderas del amor a
la patria, la identificación con el Ande y la ambición y realidad de lucha por
un Perú libre, justo y culto, siempre será tarea sagrada e irrenunciable. A
pesar de la existencia nefasta y asquerosa de esos embusteros de profesión.
¡Atentos a la
historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al
poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto
infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento
salvará al Perú!
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