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En el Perú, muchos procesos socioeconómicos y políticos se desarrollan con demasiada lentitud, como se dice en el argot popular “caminan a paso de tortuga”. Por ejemplo, obras que son concluidas después del doble del tiempo previsto y, también, en muchos casos, con el doble del costo programado y a veces inauguradas antes de que culminen; reclamos populares de derechos laborales y sociales son encarpetados y archivados, sólo cuando se realiza alguna presión social son atendidos algunos de ellos; el crecimiento económico, anda en caballo de carrera; pero el desarrollo social anda en tortuga coja; y, últimamente, lo que viene sucediendo con los resultados de las elecciones del 3 de octubre, que a más de 20 días de producirse, aún no existe, la seguridad de quienes serán las nuevas autoridades ediles y regionales.
Existen muchos distritos, provincias y algunas regiones que todavía no saben quienes serán sus nuevas autoridades y en algunos distritos es muy probable que se realicen nuevas elecciones; pero, los casos más emblemáticos son los que se han presentado en la capital de la República y en la región Cajamarca. En el primer caso se trata de definir entre la candidata de la derecha y la candidata de la “izquierda moderna” la nueva alcaldesa de Lima; mientras que en Cajamarca se trata de definir en primera o segunda vuelta al nuevo Presidente Regional. Desde la perspectiva política, ambos casos, además de otros, resultan muy significativos, porque, sin lugar a dudas, las nuevas autoridades locales y regionales configuran el próximo escenario electoral para las elecciones presidenciales del 2011.
En este contexto, tanto la derecha, los grupos de poder económico local y transnacional que buscan conservar el status quo; como la izquierda progresista, que busca el cambio social, probable y legítimamente anhelan que el escenario electoral del 2011 y la correlación de fuerzas sea conveniente a sus respectivos intereses electorales. Es precisamente el hecho electoral del próximo año el que tiñe (de negro) a los hechos y las acciones producidos una vez realizada las elecciones del 3 de octubre, sin dejar de mencionar la guerra sucia que marcó la campaña electoral pasada.
Y, es en este escenario, donde todas las miradas, la suspicacia y la desconfianza se dirigen hacia el organismo, que supuestamente es el símbolo y fiel representante de la democracia en el Perú: La ONPE. La ONPE, entidad responsable de llevar a cabo las elecciones y dar cuenta de ellas en tiempo oportuno y de manera transparente y honesta hoy mancha su imagen frente a todo el pueblo peruano y ya existen muchas voces que solicitan la inmediata renuncia de Magdalena Chu, su principal representante, por la evidente lentitud en dar los resultados de las elecciones pasadas al 100 %. ¡Claro, pues!, en tiempos de predominio de la Tecnología de Información y Comunicación – TIC, cuando todo se globaliza, a una velocidad nunca antes vista, especialmente en lo que a comunicación e información se refiere, se torna muy sospechosa el paso de tortuga coja con el cual se realiza el procesamiento de las actas electorales. Asimismo, no es posible que en un país con poco más de 15 millones de electores hayan pasado más de diez días, y probablemente pasen más de 30, aún no se sepan los resultados de las elecciones al 100 %, mientras que en Brasil, país con más de 70 millones de electores, dicen que los resultados de la primera vuelta presidencial se conocieron a pocas horas de cerrarse las mesas electorales. No son pocos mi errados los comentarios respecto a que en tiempos pasados, cuando aún no existía tanta tecnología electrónica, los resultados de los procesos electorales se conocían mucho más rápido que en los actuales.
Otro aspecto que llama la atención y que se asocia a la suspicacia y desconfianza sobre los procesos electorales es la actitud de las encuestadoras y los instrumentos mediáticos. Pues, éstos, por un lado, ubican a dos candidatos en los primeros lugares pero con un amplio margen de puntos entre sí. Pero de pronto cuando faltan pocos días para realizarse el acto electoral, tales márgenes se reducen al mínimo. Así, por ejemplo: A varios meses de las elecciones Susana Villarán ni siquiera aparecía en las encuestas y tampoco era objeto de atención de los medios televisivos; pero luego que Alex Kouri es marginado de la carrera electoral, Susana pasa a ocupar el segundo lugar en las encuestas pero con una ventaja muy amplia a favor de Lourdes Flores, es decir mientras Lourdes tenía el 25 %, Susana apenas contaba con menos de 10 %. Pero de pronto, casi de manera brusca y sorpresiva, el electorado cambia de opinión y de ánimo y permite que las distancias se acorten significativamente a tal punto que del segundo lugar, que ocupaba Susana pasa a ocupar el primero y por amplia ventaja de hasta 20 puntos sobre Lourdes. Pero una vez realizada las elecciones mientras las encuestas a boca de urna otorgan hasta 7 puntos de ventaja a Susana sobre Lourdes, la ONPE otorga resultados, primero con apenas 2 puntos de ventaja y luego a través de varios boletines va disminuyendo entre décimas y centésimas el puntaje de Susana hasta que hoy, 14 de octubre, el conteo de actas al 74.5 % (sin contar los resultados de las actas impugnadas y observadas), la diferencia sólo es de sólo 1 punto a favor de Fuerza Social. La pregunta es: ¿Es que la opinión y estado de ánimo de la población cambia tan bruscamente como los porcentajes de las encuestadoras y de la ONPE? A decir verdad, la opinión peruana sí es cambiante y vulnerable pero no tanto como las cifras electorales que, a paso de tortuga coja, revela la ONPE y, a paso de caballo de carrera revelan las encuestadoras. Por lo tanto lo que sucede ahora con los organismos electorales, con la ONPE a la cabeza, es muy preocupante, más aún cuando existen poderosas razones políticas e intereses económicos que entran en juego con el cambio de autoridades locales, regionales y presidenciales. Es más, cada vez se evidencia las intencionalidades políticas de los amantes del status quo: conservar el poder, mantener privilegios económicos, ocultar actos de corrupción, seguir rematando nuestra patria, mantener intactas la brecha económica entre ricos y pobres, etc., etc. Pero hay una razón más: devolverle a Lourdes Flores los votos que se le quitaron en las elecciones del 2006 para evitar que en segunda vuelta se enfrentara a Ollanta Humala; mientras que hoy le regalan votos para evitar que Susana Villarán, declarada militante de una “izquierda moderna” o moderada llegue a la alcaldía de Lima.
Finalmente, no quiero pasar por alto tres hechos sociales más que vienen ocupando los titulares y las primeras páginas de los medios de comunicación: el primero es sobre la censura al programa de Jaime Bayle, “El Francotirador”, con lo cual se demuestra que la democracia a la cual tanto se rinde culto y se sacraliza, está cada vez más débil y gravemente enferma, y además son sus propios sacralizadores y rendidores de culto, es decir son los propios neoliberales y la propia derecha sus principales enemigos que lo van destruyendo lentamente. No son ni los izquierdistas, ni los comunistas quienes pisotean la leyes, normas, decretos y el Estado de Derecho sino organismos como la ONPE que quiere imponernos autoridades con votos definidos en las mesas y no en las urnas. El otro hecho es la CACHETADA PRESIDENCIAL a un humilde servidor público de salud. Antes fue la “patada presidencial” hoy es la “cachetada presidencial” ¿mañana que será? Acaso ¿el cabezazo presidencial? Muchos niegan que el presidente haya cacheteado en respuesta al llamado de “corrupto” por parte del Voluntario, pero al mismo tiempo justifican el acto porque dicen “ aun presidente no se le debe ofender de esa manera ya que es el que “representa al pueblo” y “personifica la nación” y también “porque es humano como cualquiera”. Con esta misma lógica podemos sostener que el joven es humano y además es libre de toda investidura de autoridad; pero siente, tiene su opinión, su punto de vista y lo expresó en voz alta, tal vez aprovechando la única oportunidad en que tuvo cerca a quien considera un “CORRUPTO”, ya que de la corrupción, contagiosa y execrable enfermedad, casi no se libra ni el más humilde y alejado poblador, ni tampoco la más alta autoridad de nuestro país. Estoy seguro que tal opinión no sólo lo tiene quien fue víctima de la probable “cachetada presidencial” sino que también lo tienen millones de peruanos, víctimas impotentes de la corrupción, que quisieran expresarlo como ese servidor público, pero que generalmente se sobrepone la impotencia y el miedo. Además, la “cachetada presidencial” al servidor público, resulta un hecho físico y emblemático, puesto que el Presidente anda, metafóricamente hablando, repartiendo cachetadas al pueblo toda vez que puede e implementa una medida económica o política: cachetadas a la economía, cachetadas al ambiente, cachetadas a los recursos naturales, cachetadas a las protestas sociales, etc. etc. Y, un tercer hecho tiene que ver con la gran cobertura mediática que se le ha concedido al rescate de los 33 mineros, sepultados en vida a más de 680 metros de profundidad y por más de 65 días. Lo que los medios callan en todos los idiomas es que, por un lado, este hecho de los mineros chilenos demuestra las pésimas condiciones en las cuales trabajan muchos obreros mineros y la irresponsabilidad social de las transnacionales mineras que sólo actúan bajo la única lógica de la acumulación capitalista, más aún en países donde las autoridades son muy complacientes con tales compañías y por otro; el hecho que por más premios que le otorguen a estos 33 mineros así como el otorgamiento de la categoría de “héroes”, NO merma la silicosis en los pulmones de cada uno de ellos y la alta probabilidad de que algunos de ellos terminen escupiendo sangre, por haber trabajado durante mucho tiempo bajo el socavón absorbiendo permanentemente partículas de tierra y de elementos tóxicos, muy dañino para los pulmones. Entonces este hecho, más que un hecho aislado o un hecho “accidental” debe ser enfocado como un TOQUE DE CONCIENCIA para que gobernantes, sean éstos chilenos, peruanos o de cualquier otro lugar NO sean tan despreocupados con la responsabilidad social de las transnacionales mineras. En cuanto a los procesos electorales venidos y por venir no nos queda sino estar alerta para que no nos vayan a dar una “cachetada” más a los peruanos, imponiéndonos autoridades o presidentes desde las mesas u oficinas electorales antes que desde las urnas, cambiando el voto popular por el instinto de conservación del ORDEN SOCIAL.
Escrito: 14 de octubre del 2010
¿UNA DERECHA PARANOICA?
(Lecciones de las Elecciones)
Por Sociólogo: Avelino Zamora Lingán
zlingan_s21@hotmail.com
Las elecciones del 3 de octubre, realizadas en todo el país, para la renovación de autoridades regionales y locales, nos dejan varias LECCIONES que el pueblo las debe tener muy presente para las próximas contiendas electorales. En el presente artículo analizamos algunas de ellas:
Se estima que a nivel nacional, para la presente contienda electoral se inscribieron 28 partidos políticos y más de 220 agrupaciones políticas “independientes” regionales. De hecho esta proliferación incontrolable de candidatos, en aras dizque de la democracia, ya es una de las razones para la generación del caos en cuanto a la fragmentación del voto y la escasa representatividad y legitimidad de las nuevas autoridades. Se socava la democracia cuando, por ejemplo, en Cajamarca, siendo una región con más de 850,000 electores el presidente regional salga elegido con menos de 150,000 votos; mientras que la provincia cajamarquina, con más de 200,000 electores, el alcalde salga elegido con poco más de 30,000 votos. El problema es que el resto de votos, válidamente emitidos, se distribuyen por “migajas” entre los 8 ó 10 candidatos más, que participaron en la contienda electoral, quienes en conjunto no alcanzan acumular ni siquiera el 10 % de la votación; mientras que otros votos son viciados, nulos o simplemente dejados en blanco, a los cuales se suma el ausentismo, por lo que entre todos, representan un porcentaje que va del 25 al 40 %. Esto a la larga trae una Consecuencia: alta probabilidad de planteamiento de revocatoria sea al alcalde o al presidente regional, la cual se alimenta mucho más si es que tales autoridades no realizan una adecuada gestión.
Por otro lado, en esta campaña electoral como en ninguna otra campaña anterior hemos sido testigos del uso de la guerra sucia más que de exposición de propuestas para el desarrollo de la región, provincia o distrito. En esta guerra prácticamente se han manifestado dos protagonistas más o menos diferenciados; por un lado, se ha tenido a una derecha, liberal, conservadora del statu quo, temerosa, muy adversa al cambio social, viendo “comunistas” e “izquierdistas” y a “Patria Roja” por todos lados. ¡un poco más y califica a Jaime Bayle o a César Hildebrandt de comunistas! En efecto, desde que se acentúa el neoliberalismo en América Latina y el Perú, los grupos de poder y su soporte ideológico expresado en la derecha, se han vuelto mucho más obsesivos en contra de quienes se atreven o intentan ir contra la lógica del libre mercado, a tal grado de llegar a la paranoia. Claro, las víctimas más inmediatas de este estado paranoico de la derecha son la gente de izquierda, no importa cual de ellas: la tradicional o la moderna, mientras que otras víctimas son la gente de la social democracia, los humanistas, los nacionalistas, los periodistas independientes, los librepensadores, los intelectuales, etc, etc., en fin todos aquellos que de alguna manera opinamos en favor de una transformación social o de algún cambio radical. Y, por otro lado, tenemos a movimientos sociales amorfos, fragmentados, medios rojos, medios rozados, desideologizados, temerosos, con escasa capacidad de respuesta ideológica, tal vez porque se han tragado el cuento derechista de que en estos tiempos ya no hay espacio para las ideologías ni para las doctrinas políticas, creen que sólo hay espacio para tecnicismos y activismos, “libres de tinte político”. Pero lo más crítico de estos movimientos es la incapacidad para unirse, pese a que sus diferencias ni siquiera son de fondo, sino apenas son de forma o superficiales, lo cual quiere decir que, en general, son los deseos desmedidos de poder, así como el deseo de obtener una migaja de la gran torta económica nacional, lo que limita esa capacidad para constituir alianzas estratégicas y enfrentar a la derecha paranoica y a los grupos de poder económico.
Una vez pasada las elecciones pasamos a ser testigos de una tendencia muy peligrosa para la democracia formal, pero más aún para el pueblo peruano: Es el hecho que los gobernantes ya no estarían eligiéndose en las urnas sino en las mesas electorales, que lidera la ONPE. Esa modalidad de dar resultados parciales y a cuenta gotas, y el resultado final después de haber lanzado una gran cantidad de boletines y además a paso de tortuga coja, no garantizan confiabilidad ni objetividad, por el contrario constituyen, por un lado una tortura psicológica para quienes no saben si ganan o pierden, que pelean voto a voto el cargo y, por otro lado, genera especulación, desconcierto, desesperación y sobre todo conflicto social generalizado.
Para sustentar un poco más nuestros argumentos, nos remitimos a las elecciones del 2006. Ya queda poca duda respecto a que Lourdes Flores ganó en las urnas pero perdió en la mesa, según ella misma. Los votos que le quitaron se la regalaron a Alan García. ¿Cual fue la razón para cometer semejante atentado contra la sagrada democracia? Evitar que Ollanta Humala (el cuco de las inversiones privadas y el antisistema, desde la perspectiva de la derecha y los grupos de poder) llegue a la Presidencia de la República. El asunto consiste en lo siguiente: Lourdes frente a Ollanta Humala, en la segunda vuelta electoral, Ollanta Humala fuera hoy quien estuviera a punto de concluir su periodo presidencial; Alan García, frente a Humala, gana el primero por su mayor experiencia en el manejo del verbo, de la demagogia y del encantamiento a las masas; pero sobre todo por su fácil derechización y rápido apego a los grupos de poder. Es entonces, estas razones que llevó a la derecha, en esa oportunidad, a cambiar la decisión popular, sacrificando incluso a su propia militante y a otorgarle a Alan García toda su confianza, después que fue muy satanizado por su gestión durante el periodo 1985 –1990.
Hoy, en estas elecciones que acaban de ocurrir, está a punto de consumarse un hecho similar al del 2006, especialmente en Lima, con una diferencia: Los votos que le quitaron a Lourdes en el 2006, le quieren devolver en el 2010. Pero esta vez lo harían para evitar que Susana Villarán, declarada militante de la “izquierda moderna”, llegue a la alcaldía de Lima. Y es que las 8 ó 9 décimas que Villarán le lleva a Lourdes no garantiza aún su triunfo, puesto que el potencial peligro, de dar vuelta a la tortilla, radica en las más de 8000 actas electorales observadas o impugnadas por personeros de Lourdes Flores, en donde están en cuestión más de un millón y medio de votos. Por decirlo de alguna manera, sería suficiente que tan sólo se regale unos 10 votos a favor de la candidata de Unidad Nacional para que ésta se siente en el sillón Municipal de la capital. En este caso, a diferencia del 2006, la razón por la cual quieren evitar que la Villarán llegue a la Alcaldía de Lima es simplemente CORRUPCIÓN. Se dice que la actual gestión edil, tiene serios problemas de corrupción, como los de RELIMA, COMUNICORE, entre otros, los cuales serían ventilados por la candidata de Fuerza Social, lo cual, a su vez, no le convendría para nada a Castañeda Lossio, puesto que mellaría su imagen y le bajaría puntos en su carrera presidencial del 2011. Pero eso no es todo, el cálculo político está a la orden del día: los analistas indican que Lourdes en la alcaldía echaría tierra a los actos de corrupción de Castañeda Lossio; mientras que Castañeda en la presidencia echaría tierra a los posibles actos de corrupción de Alan García.
Yo agrego un plan más: En el fondo, la derecha y los grupos de poder económico, lo que buscan es generarle un opositor a Ollanta Humala, puesto que hasta el momento tal vez es el único que puede aglutinar a todas las fuerzas progresistas del país, incluido a los de izquierda, por lo tanto su triunfo tiene alta probabilidad. Entonces no es bueno un candidato con tales posibilidades, y con propuestas de miedo para los grandes intereses económicos, es entonces necesario generarle un opositor, con similares tendencias. Es aquí donde entra al escenario electoral Susana Villarán, con la ayudadita de un reconocido generador de opinión pública de derecha, como Jaime Bayle. El Plan es el siguiente: Generarle cierta popularidad y liderazgo a Susana Villarán, pero no tanto como para llegar o para que gane la alcaldía, sino para que quede con la suficiente popularidad y liderazgo, además con una buena cantidad de votos, como para presentarse a las elecciones presidenciales del 2011. Así los grupos de izquierda y todos los progresistas y algunos movimientos independientes regionales tendrían dos alternabais: apoyar a Ollanta Humala, por un lado, y a poyar a Susana Villarán, por otro. En este contexto, lo más probable es que ni Ollanta Humala ni Susana Villarán gane la presidencia, sino cualquier candidato derechista como Castañeda Lossio, Keiko Sofía, Toledo, Pedro Pablo Kussinski, o alguien del APRA. Salvo que suceda algo inesperado en el cálculo político de la derecha, y se produzca milagrosamente una alianza entre estos dos candidatos, sea con Ollanta Humala o Susana Villarán a la cabeza.
Escrito: 12/10/2010
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