Sociólogo: Avelino
Zamora Lingán
Cuando Víctor Raúl
Haya de la Torre fundó la Alianza Popular Revolucionaria Americana – APRA, allá
por el año 1924, tal vez no se imaginó que luego de casi 100 años de
existencia, 93 para ser precisos, dicho partido terminaría convirtiéndose en
una organización delictiva. Ciertamente organización delictiva en la medida que
sus más connotados dirigentes, liderados por quien fue presidente dos periodos
presidenciales no consecutivos, serían parte de la clase política peruana, cuya
práctica principal es la corrupción de alto vuelo y la violación de derechos
humanos. Creo que son muy pocos los peruanos que refuten tal opinión sobre esta
organización, salvo aquellos fanáticos “militantes” que han desarrollado un
alto grado de fe ciega, lindante con algún dogma religioso pueden negar
“inocentemente” la praxis ilícita de sus líderes, sobre todo del dos veces
presidente de nuestro país.
Generalmente se cree
que sólo los dictadores y aquellos que permanecen en el poder largos periodos
tienden a corromperse y a convertirse en tiranos; sin embargo ya vemos que no
necesariamente es así. Al APRA, con su líder más connotado, después de Haya de
la Torre, le han bastado tan sólo dos periodos de gobierno (10 años), ni
siquiera consecutivos, para convertirse en una de las organizaciones más
corruptas vigentes en el Perú, obviamente junto con otra organización delictiva
como el fujimorismo, a quien también le bastaron dos períodos de gobierno, en
esto caso, consecutivos para ser otra de las organizaciones hamponas de nuestro
país. No obstante, cabe resaltar que el APRA siempre ha sido una organización
política traicionera puesto que mientras algunos de sus líderes de segundo y
tercer nivel, lanzaban “cantos de sirena” al pueblo peruano, con eso de “Pan
con Libertad”, “Sólo el APRA salvará al Perú”, “en el dolor hermanos”, “disciplina
compañeros”, etc., su principal líder se dedicaba a realizar los negociados con
los oligarcas y aristócratas peruanos, influyendo fuertemente, en la política
peruana y en los asuntos de gobierno, generalmente no en favor de los intereses
del pueblo, sino en favor de sus propios intereses y en los de la oligarquía
limeña. No en vano la historia le ha impregnado la expresión alusiva a su
praxis política, bautizándolo como “el partido de la escopeta de dos cañones”.
Sí algo hay que
reconocerle al APRA es que en sus inicios sí supieron estructurar una
organización política con ideario, base social y plan de gobierno, lo cual muy
pocas organizaciones políticas logran hacerlo. Aunque el contexto social
también era diferente al de hoy, puesto que en aquella época predominaba el feudalismo,
un sistema social absolutamente oscurantista y medieval, de tal manera
cualquiera que relativamente se oponía ha dicho sistema resultaba siendo “revolucionario”.
De allí su permanencia en el tiempo, expresada hoy 22 de febrero en 93 años,
“día de la fraternidad”, que probablemente serán muy pocos quienes lo celebren
con orgullo, dado que el ideario político, ha sido sustituido por el ideario de
la corrupción. Hoy, “La fraternidad”, más que constituir motivo de renovación
de principios y de lucha, a favor de una patria más justa y digna, suena al
nombre de una organización mafiosa muy bien estructurada y muy bien blindada,
de tal manera que su principal “líder” resulta siendo “el intocable”, a quien
es “imposible” encontrarle las pruebas de sus delitos como corrupción,
violación de derechos humanos, negociados de mega-proyectos, coimas, entre
otros. Sólo buscándole otros delitos al “líder” aprista podría alcanzarle “el
brazo de la justicia”. ¡Quién lo imaginaría, el Sr. Alan García, otrora dirigente político aprista,
hoy convertido en el Al Capone peruano del siglo XXI!!
¿Al Capone? Sí,
porque a él la justicia no le encuentra nada, no hay indicios para
incriminarlo, los expedientes de sus acusaciones son rápidamente arrojados al
tacho de basura, los más representativos de la justicia peruana lo absuelven y
lo declaran inocente a priori (sin investigar a fondo) y sus “ratas”, como él
mismo lo dice, más allegadas no se cansan de decir que “ponen las manos al
fuego por su líder”, pese a que éste les niega diciendo “esas no son mis ratas”;
sugiriendo que, también, hay otras ratas, probablemente de otras madrigueras o
de otros desagües. El “Alcapone” peruano a lo mucho es convocado ante la
justicia como “testigo”, no en condición de acusado, sino de “testigo” para que
declare en contra de otros, sobre los actos de corrupción de Humala, por
ejemplo; pero no para que declare sobre sus propios actos de corrupción.
Asimismo, todo indica que el “Al Capone peruano”, sería quien fija las reglas
de juego para sus “presentaciones” ante la justicia; pone la fecha, el lugar el
día y la hora; además, no sería raro que también decida ante que juez,
procurador, fiscal o contralor se presenta. Al menos esta percepción ha quedado
en la población peruana luego de su “presentación” que realizó al llegar de
España; porque, según se dio a conocer, la fecha de su presentación había sido
postergada indefinidamente, sin embargo “Al Capone peruano”, se presentó en la
fecha inicialmente fijada, a “declarar”, no se sabe qué, ni ante quien. Lo
único que se ha dado a conocer es que tales “declaraciones” carecerían de valor
judicial, porque, como ya se indicó, la fecha había sido postergada. Lo que sí
se lució y “despachó con la cuchara grande”, como se dice popularmente, ante
sus medios de comunicación masiva, incondicionales, que le dieron amplia
cobertura, para que entre muchas cosas diga “que no le metieran en la pandilla
de ex presidentes y funcionarios corruptos”, “esas ratas no son mías”,
refiriéndose a Luyo y a Cuba, negando así su “paternidad”, razón por la cual
muchos ya exigen que el Sr. García se realice el ADN para comprobar sí en
realidad las “ratas” aludidas no son “hijas” suyas.
Finalmente, un poder judicial corrupto y
sometido a los intereses de “Al Capone”, una democracia débil y un Estado de Derecho
fabricados a imagen y semejanza de los grupos de poder económico y de la clase
política criolla corrupta va ser difícil, por no decir, imposible que el Sr.
García sea investigado seria y responsablemente, contraviniendo con ello a las
expectativas del pueblo peruano que es verlo en la cárcel. Es por ello, que al
Sr. Alan García, el nivel de soberbia y el grado de considerarse el superhombre
y el intocable, se le ha subido hasta las nubes, porque en sus actitudes demuestra
tal seguridad y confianza respecto a que ante él, el poder judicial, el poder
legislativo, incluso el poder ejecutivo, en general todo tipo de poder, se
ponen de rodillas.
Pero el Sr. García
olvida algunos aspectos cruciales en todo proceso social: Primero que ninguna
no hay enfermedad que dure 100 años ni cuerpo que lo resista; luego, que las
torres más altas con el tiempo se corroen, pudren y se vienen abajo; y, lo peor,
es que mientras más altas son, más doloroso será el golpe. Asimismo, el hecho
que no se le encuentre las pruebas del delito no significa que sea inocente,
puesto que, como ya sugerimos, mientras más grandes y alcaponizadas son las
organizaciones delictivas o mafiosas, más difícil será encontrar las pruebas.
Pero, también es cierto que ningún crimen es perfecto, tarde o temprano la
situación se revierte. Por último, el Sr. García y compañía deben tener muy
presente lo que les ocurrió en el año 1936, cuando Sánchez Cerro les declara organización ilegal, aunque en ese
entonces las causales fueron ideológicas y políticas, el APRA recién tenía
pocos años de fundado. Pero ahora, luego de casi un siglo de existencia, ya no
se puede decir lo mismo; por lo tanto, las razones, para que algún día no muy
lejano, alguien con dignidad y sentido de soberanía y sobre todo de honradez,
serían mucho más fundadas para declarar al APRA como una agrupación ilegal, tan igual como se podría proceder con otra
organización delictiva como el fujimorato. Sólo así se podría terminar con
tanta indignación del pueblo peruano, como resultado de la impunidad de la que
en este país, disfrutan los corruptos de alto vuelo, burlándose y mofándose en
la misma cara de la gran mayoría de peruanos. Sólo así, se podría refundar y
fortalecer la democracia, a la cual muchos hoy tal como está lo sacralizan y le
rinden loas y alabanzas, sin percatarse que la democracia, ciertamente no ha muerto, pero está gravemente enferma.
Escrito: 22 de febrero, día de la fraternidad aprista.
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