Por Sociólogo: Avelino Zamora Lingán
Seguramente muchos de los candidatos se sientan incomodos, ofendidos y aludidos por el título del presente comentario; pero, sabrán comprender que han sido ellos mismos quienes han convertido a la política en un gigantesco mercado donde no sólo compran los votos de los electores, también compran sus conciencias y donde sus organizaciones políticas ya no son tales sino han sido convertidas en empresas “políticas”, cuyo fin último es la rentabilidad económica, y, por cierto tales empresas, si logran su propósito, son muy rentables. Sin duda, hoy, la lógica de cualquier candidato es: “tanto invierto en mi campaña electoral, tanto debe ser mi ganancia” Si los candidatos compran el voto del elector, a través de una serie de dádivas, como por ejemplo: calendarios, polos, llaveros, gorros, tazas, platos, botas (dos botas a cambio de votos, dicen, por ahí algunos ronderos); comida, jaranas, borracheras, etc., etc. Ahora, bien, la pregunta es ¿Quién o quienes se dedican a comprar candidatos?
Nadie duda que una campaña electoral demanda de varios cientos de miles o de millones de soles, lo cual obviamente genera duda en la gran mayoría de la población la misma que se pregunta ¿De donde sale esas ingentes cantidades de dinero? ¿Acaso les llueve la plata a quienes se postulan de candidatos? O ¿Es que a muchos de ellos la plata “le llega sola”? Aunque también existen unos que otros candidatos que “ganan plata como cancha” (como los señores Acuña, por ejemplo). Considerando que invertir en una campaña electoral es algo inseguro, incierto, es como jugar la Tinka, donde nadie sabe si ganará o perderá. El problema se complejiza aún más cuando la lógica de un empresario es no invertir ni siquiera un centavo si es que no existe la garantía de que ese centavo se multiplicará por dos; tres; cuatro; cinco; diez, 20; 50; 100; etc. etc. Al menos esto es lo que manda la “ética protestante y el espíritu del capitalismo” del gran sociólogo Max Weber, cuando trata de asociar los valores religiosos con el capital. Quizá dicho sociólogo lo hizo con el fin de equilibrar el espíritu voraz y salvaje del capitalismo a través de la ética religiosa.
Es aquí donde surge el dilema para cualquier candidato, practicar los valores éticos o vender su conciencia al mejor postor para adquirir el suficiente dinero y así afrontar una campaña electoral. Ni corto ni perezoso, o mejor dicho, sin pensarlo dos veces, la gran mayoría opta por lo segundo, es decir, opta por vender su conciencia. ¿Y, quiénes compran conciencias? Generalmente empresas que están deseando tener una cuota de poder político para la defensa de sus sagrados intereses económicos, y que mejor que sea a través de un alcalde, regidor, congresista, presidente regional o consejero. Es en este sentido que surge la condición: “te financio la campaña bajo la condición de que me favorezcas con las obras o proyectos; abogues por la ejecución de mi proyecto (como por ejemplo Conga), promulgues leyes, decretos, normas, ordenanzas, que favorezcan a mi empresa o simplemente que te hagas de la “vista gorda” ante probables actos de corrupción, etc. en pocas palabras, bajo la condición de que seas el fiel lobista de mi empresa. De esta manera muchos candidatos llegan a los altos cargos públicos altamente comprometidos con los financistas de sus campañas electorales y hasta posiblemente bajo juramentos, actas, convenios, hechos a escondidas, etc.; de tal manera que todo lo que le prometen al ciudadano o a sus electores queda solo en eso: en promesas, en engaños y en mentiras. Sin embargo, hay dos grandes ganadores, el candidato que logró alcanzar el cargo público y la empresa que financió la campaña electoral, es la forma como en este país, hoy en día, los ricos se hacen más ricos y los pobres se hacen más pobres. El perdedor de toda la vida, tenía que ser el pueblo, quien ingenuamente cree en los candidatos, con la falsa esperanza que todo cambie o que el futuro sea mejor, pero ese futuro nunca llega.
En este contexto, con candidatos ansiosos de llegar al cargo y necesitados de dinero para afrontar una campaña electoral, frente a una “torta” que es muy apetecible, como es las arcas del Estado, tales candidatos se reproducen como hongos en invierno; es, entonces cuando aparecen transnacionales de todo tipo, empresas rentistas, grupos de poder económico criollos, que vienen a ser los agentes económicos que “compran candidatos con oferta”, es decir, por el precio de uno se pueden llevar cinco o diez. Total, si uno no pierde el otro puede ganar, porque en este negocio electoral, los agentes económicos siempre apuestan a ganador.
A este nivel a sido rebajada la política peruana, al nivel mercantilista, incluyendo métodos de corrupción. Todo en nombre del libre mercado o del neoliberalismo, el mismo que no sólo se ha quedado en el aspecto económico sino que se ha extendido al ámbito social y político. Todo en nombre de la libertad, esa libertad, o mejor dicho, ese libertinaje, al que tanto rinden culto los neoliberales y la clase política de derecha y también ciertas agrupaciones autodenominadas “de izquierda”. Por ello es que ninguna de estas tendencias políticas hace ni dice nada sobre las formas de hacer política hoy en día; ningunas dice ni hace nada por cambiar o reformar la actual Constitución Política, la misma que se ha convertido en la madre del cordero, o más bien del lobo, vale decir, la madre de todos los males, porque en esa Constitución que fue elaborada y aprobada por los dos más grandes delincuentes de nuestro país, como son Fujimori y Montesinos, se sustenta el marco legal, el “estado de derecho” y la filosofía del libertinaje económico y político. Se dice que existe una “Ley de partidos políticos”, sin embargo, no se entiende qué es lo que regula esa famosa “Ley”, qué contempla y qué parámetros y/o reglas de juego impone a la clase política, sobre todo en cuanto a campañas electorales. Por el contrario lo que se observa es que promueve el libertinaje, el mercantilismo en política, la mediocridad política (Si, mediocridad política, porque al quien decida ser candidato, sólo le basta tener poco o mucha plata para entrar a un escenario electoral, aunque sea un analfabeto)
“Cualquiera puede ser candidato o cualquiera puede elegir y ser elegido dicen los liberales”, sí ciertamente, la Constitución así lo contempla, pero no especifica sobre ese “cualquiera”. Reiteramos, cualquiera puede ser candidato, o cualquiera puede ser elegido o hacerse elegir, pero “cualquiera que tenga plata”; y, en la realidad, no cualquiera tiene plata, ni mucho menos estaría dispuesto a vender su conciencia a los grupos de poder económico. Cualquiera puede ser candidato, y en efecto así es. Tanto es así que aquí en Cajamarca se ha “canillizado” a la política, Sí, “canillizado” porque hasta un “canillita” está de candidato y, tal como está configurada la población electoral, vale decir, una población resistente a la reflexión y al pensamiento político; y, por ello, despolitizada, desinformada, iletrada políticamente, muy propensa a ser receptiva de dádivas, es probable que opte por esta clase de candidatos. Así es que el candidato “Canillita” puede salir beneficiado con la preferencia del electorado cajamarquino. “La culpa no lo tiene el indio sino el que lo hace compadre”, reza el refrán popular, queriendo decir que, en este caso específico, la culpa no lo tendría el candidato sino el que vota por él. En fin, esto último, es válido para todos los casos: no se puede evitar que “cualquiera sea candidato”, por lo tanto, el problema también radica en la población, en el elector. “Dicen que los pueblos tienen las autoridades que se merecen” o que una autoridad es el espejo del pueblo, o que las autoridades se hacen a imagen y semejanza del pueblo, etc. En efecto, así es. Por ello, los electores, especialmente los jóvenes, en lugar de volverse adictos de los programas basura de la televisión, tiene que ser más reflexiva, más pensante, preocuparse por informarse de su realidad, leer sobre política, centrar su atención en los grandes problemas sociales y económicos, es decir, tiene que alfabetizarse políticamente. Sólo así, alguna vez estará en condiciones de elegir a autoridades de las cuales no tenga que arrepentirse.
Escrito: 25 de marzo del 2014
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