Ideele Revista Nº 219
Ybrahim Luna
Presidente regional de Cajamarca, Gregorio Santos (Foto: Andina).
Mucho se habla hoy de él, pero poco se sabe de su pasado. Para algunos es un dirigente intransigente; para otros, un caudillo que prioriza sus intereses políticos sobre el bienestar de su región, y para otros es la nueva promesa de la izquierda. Conózcalo un poco más.
¿Quién es Gregorio Santos Guerrero?
Gregorio Santos fue el Humala de Cajamarca, el candidato que en las elecciones por la gobernatura regional del año 2010 despertó todos los miedos y rabias del sector más conservador de la región, el empresarial (más específicamente, el minero).
En estos días de conflicto socioambiental en Cajamarca, Gregorio Santos —Goyo— parece estar siempre amargo: tiene un gesto entre preocupado y molesto, como si algo lo apresurase siempre; aunque la gente de su círculo más cercano lo describe de una manera diametralmente opuesta: bromista, jocoso y algo cachaciento, actitudes que en sus mítines iniciales le valieron la simpatía de un sector del pueblo que vio en ellos un gran asomo de sinceridad. Goyo es, dicen, de barrio; tiene calle, es muy hábil en el aspecto táctico, conoce cómo retrucar y responder en el momento, sabe perfectamente cómo piensa el comunero cajamarquino, tanto por su experiencia de vida como por su labor docente y su participación en las Rondas Campesinas. En uno de sus mítines en una zona rural conquistó a la audiencia con las siguientes frases: “Es hora de que sus hijas dejen de ser empleadas en las casas de la ciudad, y de que sirvan para el inicio [sexual] de los hijos de los patrones”. Palabras que, por supuesto, dieron en el blanco.
Goyo es un ‘todoterreno’; pero, sobre todo, es comunista, el camarada Marañón; y, como todo militante, ¿recibe órdenes? Al parecer, no. No recibe directivas desde Lima; a lo mucho, sugerencias del legendario líder Alberto Moreno. Es Goyo quien finalmente implementa las decisiones de acuerdo con consultas internas y la realidad de la región. La experiencia les ha demostrado, como partido (Patria Roja), que las decisiones sobre Cajamarca se toman en Cajamarca.
Esto abre otras interrogantes: ¿Se está volviendo más sólido el movimiento comunista en Cajamarca? Para el vicepresidente regional, César Aliaga, la respuesta es afirmativa. Cajamarca tendría, en estos momentos, la fuerza comunista más sólida del país; incluso más que en Lima. ¿Las razones? Una transición generacional: hay más jóvenes militantes que en otras regiones; otro factor: las Rondas Campesinas han sido fundamentales para establecer un espacio natural para la acción política; y, finalmente, las preocupaciones ambientales, que han abierto nuevas posibilidades de empatía, expansión y actualización.
Los militantes de Patria Roja-Cajamarca son ambiguos a la hora de describir a su líder: “tiene un carácter enérgico y mandón”; “tiene virtudes como ser aventurero y un gran olfato para la oportunidad, pero a veces es caudillista y se desmanda”; “su encanto está en sus ideas innovadoras e intrépidas, pero el poder lo puede marear. Como rondero ha sabido llegar a donde ningún otro dirigente”.
¿Hay un sentimiento antiminero en Goyo?
El Gobierno Regional de Cajamarca no cuestionó directamente al Proyecto Conga desde un inicio por dos razones: porque —según ellos— “conocían” que el Proyecto no contaba con el financiamiento necesario para su ejecución, y porque creían que Humala jamás accedería a las presiones de las mineras que en campaña hicieron todo lo posible por destruirlo. Cuando Humala anuncia la negociación que lograría el gravamen minero, las cosas empezaron a ponerse feas en las oficinas del Gobierno Regional, pues sabían que el intercambio implícito era: un mayor aporte económico a cambio de que todos los proyectos mineros del país ‘fueran’ tal como están. Las comunicaciones entre Goyo y Humala, antes fluidas, empezaron a interrumpirse, hasta el momento en que el Presidente de la República dijo en una entrevista el famoso ¡Conga va! y la comunicación se cortó definitivamente.
Si su oposición al Proyecto Minero Conga lo hizo conocido nacionalmente, el presidente Humala, al compararlo con un sanguinario dictador, le concedió la partida internacional. Las declaraciones de Humala en España a inicios del 2012, comparando a Santos con el dictador camboyano Pol Pot, generaron el divorcio político definitivo de estas autoridades. Aunque Santos haya mantenido hasta hace un tiempo la actitud de “tener la esperanza de hacer volver a Ollanta al camino”. Ahora ya no.
Muchos se preguntaron si la desmedida comparación de Humala respondió a su memoria lectiva, al ánimo del momento o a una bien estudiada estrategia de sus asesores. Sea como fuere, queriéndolo o no, el Presidente puso aGoyo ante los ojos del mundo. La prensa internacional, básicamente la europea, se preguntó por ese líder neocomunista que se oponía al desarrollo en un país andino en pleno siglo XXI. ¿Quién era?
La respuesta de Santos no se hizo esperar: “Cuando Humala venía a pedirme apoyo no hablaba así. Mis manos no están manchadas de sangre, ni mi partido ni el movimiento político con el que he llegado al poder. Yo no he comparecido ante ningún tribunal por temas de desapariciones o asesinatos. El compromiso no fue convertirse en el gobierno de la Confiep, del Banco Mundial o del Fondo Monetario; ni de irse de agente vendedor a España o a Estados Unidos. El compromiso fue sentar las bases de la gran transformación”. “Lo que hay acá es la exigencia de un pueblo que le pide que cumpla sus promesas electorales y que no se deje llevar por el edulcoramiento que le hace la derecha. Cualquier ciudadano se sentiría insultado con esa comparación. Se necesitan discusiones profundas de cambio, de inclusión económica, y no solo la de inclusión social asistencialista como la que se está pregonando ahora.”
Goyo dijo que no había comparecido ante ningún tribunal por temas de desapariciones. Es cierto; sin embargo, hay denuncias que buscan involucrarlo desde su época de rondero en supuestas ejecuciones y torturas. Los que lo defienden dicen que todas son calumnias por celos políticos y líos de tierra, y que a Goyo le tocó asumir la dirección de las rondas que vieron esos asuntos cuando las muertes ya se habían producido. Quienes lo acusaron de ser autor intelectual de las desapariciones quisieron promover también, sin éxito, su revocatoria.
Gregorio Santos nació en octubre de 1966 en el caserío La Lima, distrito de San Juan de Chirinos, una comunidad campesina en ceja de selva, en la provincia de San Ignacio, al norte de Cajamarca. La economía de su lugar natal se basa en el comercio de café y arroz. Pero su vida la desarrolló en la vecina Jaén, adonde marchó a estudiar una vez concluidos sus estudios secundarios. Fue dirigente en el Instituto Pedagógico donde estudió la carrera de Educación, dirigente regional del sindicato de maestros (el SUTEP) y presidente de la Federación Regional de Rondas Campesinas. Obtuvo su bachillerato en la Universidad Nacional de Cajamarca y actualmente busca alcanzar una maestría en Gestión Pública por la PUCP, en la modalidad a distancia.
Muchos conocieron a Goyo por primera vez cuando postuló al Congreso por el MNI (Movimiento Nueva Izquierda) en las elecciones del año 2006. Su votación fue una de las más altas de la región, pero su designación no fue posible porque su movimiento no pasó la valla electoral. Entonces Goyo tentó la gobernatura regional y quedó segundo. Su partido tenía conquistado el norte de la región, y en los siguientes años su trabajó se centró en ganarse el sur a través de alianzas; así, en el 2010, con el MAS (Movimiento de Afirmación Social), logró la Presidencia Regional. Había también postulado muchos años antes a la Alcaldía de su caserío natal, San Juan de Chirinos, pero perdió por 15 votos.
Para poder hacer campaña electoral en su segunda postulación, pidió licencia sin goce de haber por dos años. ¿Cómo se mantuvo? Según sus seguidores, gracias al estricto aporte mensual de los militantes y profesionales de su partido; según sus detractores, gracias al aporte económico internacional (entiéndase Venezuela).
Sea como fuere, queriéndolo o no, el Presidente puso a Goyo ante los ojos del mundo. La prensa internacional, básicamente la europea, se preguntó por ese líder neocomunista que se oponía al desarrollo en un país andino en pleno siglo XXI. ¿Quién era?
Goyo tiene 45 años y es un hombre de mediana estatura, aunque algunos lo llaman Chato. De tez morena, otros lo describen como “cobrizo de la costa”; tiene nariz aguileña y marcadas líneas de expresión. Cree en Dios. Viste como un ciudadano común y corriente: con pantalón beige, un inconfundible polo a rayas y un saco marrón. El sombrero y el poncho los usa exclusivamente en mítines o visitas a alejadas provincias. Canta pasillos, toca la guitarra y en ocasiones su labor proselitista consistió en jugar fulbito con las comunidades. En suma, una imagen muy distante de la de los viejos dirigentes de panfleto y esténcil. “Era un una autoridad accesible”, dice un periodista, “sobre todo antes del ‘conflicto Conga’”.
Su salud es un verdadero rompecabezas de trascendidos. Debido a sus constantes permisos médicos, se empezó a hablar de amigdalitis, de una deficiencia en su sistema inmunológico, de una afección respiratoria, de llagas en la laringe, de inflamación de ganglios, de una celulitis interna que le impide la circulación sanguínea, de cansancio generalizado, etcétera, etcétera. Al parecer, ni su círculo más cercano sabe a ciencia cierta de qué padece. Le han recomendado un chequeo general y especializado para determinar la causa de su mal.
Su padre se ahogó en el río Chinchipe cuando su madre estaba en el séptimo mes de gestación de él. Doña Máxima Guerrero Martínez, así se llama su mamá, vendía verduras para mantener a la familia, compuesta por siete hermanos, y Goyo tuvo que trabajar desde pequeño para ayudarla. De pequeño se aprendía de memoria los discursos de los políticos y se ganaba unas propinas al reproducirlos exactamente, parado en una banca, frente a los parientes. Ya adolescente leía revistas de izquierda y buscaba la forma de trabajar y estudiar a la vez, lo que no le quitaba tiempo para el arte y la palomillada. La ecuación familiar era simple: hijo que lograba estudiar trabajaba para ayudar al siguiente, y así sucesivamente. Ambos padres fueron dirigentes ronderos en algún momento.
Ahora tiene cuatro hijos y está separado. Gana unos 12 mil soles mensuales como máxima autoridad regional y todos los días aporta para su partido. Utiliza un moderno tablet y dedica buen tiempo a la red social Twitter. Tiene más de una docena de denuncias por propiciar disturbios públicos, y el humorista televisivo Carlos Álvarez ya lo imitó con el personaje de Gregoro. “A veces es necesario bajarlo de su nube”, dice el vicepresidente Aliaga; “pero otras veces él me baja a mí de mi nube”, concluye.
Cuando Goyo arribaba a las comunidades donde antes solo había llegado su voz a través de la radio, era recibido con recelo: “¿Este ‘chato’ es el candidato del que todos hablaban? ¡Atatay!”. Luego, Goyo los convencía con la labia. Tiene tal poder de convencimiento que, por ejemplo, en un cumpleaños, en un hogar de clase media donde no lo conocían y donde eran más bien críticos de su fama, luego de presentarse y escucharlo, se terminó conformando un Comité Barrial para apoyarlo políticamente. Su hermano, Leider Calua Guerrero, recuerda que uno de los momentos más difíciles que le tocó vivir a Goyo fue en Majaz, Piura, cuando, en una protesta contra un proyecto minero, algunos dirigentes perdieron la vida. Goyo informaba lo que sucedía a través de una radio, teniendo como fondo el estruendo de los balazos de la policía. Cuando se acabó la batería, la gente lo dio por muerto, creyendo que había sido herido en plena transmisión. La familia y la ciudad se prepararon para recibir el cuerpo, pero al tercer día Goyo regresó en una mototaxi a la Plaza de Armas de Jaén. Fue precisamente luego de este “incidente” que el candidato Humala lo convocó por primera vez para hablar de política. Humala le pregunta: “¿Qué es lo que quiere la gente de Majaz y Cajamarca?”. Santos le responde: “Que sus autoridades no los traicionen”.
César Aliaga, abogado de profesión, comunista desde la adolescencia y vicepresidente de la región Cajamarca, reconoce tres cualidades básicas en Goyo. En primer lugar, una gran intuición política: ese olfato y perspicacia necesarios para tantear la situación que se debe enfrentar. Segundo, una gran energía: no solo física, sino también espiritual: “Es un hombre incansable y determinado, duerme poco y se levanta temprano”. Y, por último, una gran ‘muñeca’ para manejar el asunto político: tiene cintura y maña para caer siempre bien parado.
En la inspección al Proyecto Conga en febrero del 2012, cuando comuneros de la zona denunciaron que la empresa minera seguía laborando a pesar de haberse anunciado su suspensión temporal, Goyo, junto a un grupo de comuneros, se abrió paso a empujones entre los escudos de los policías que impedían el paso hacia las lagunas. Fueron varias horas de tensión y espera las que llevaron a la confrontación. Como una tranquera impedía el avance de los vehículos, la inspección de la comitiva tuvo que hacerse a pie. Hubo que caminar casi tres horas desde la zona de ‘Namococha-El Alumbre’ hasta la laguna El Perol, durante las cuales se cortó camino, se sortearon colinas y se cruzaron bofedales en plena lluvia. Goyo marchó sin pausa; los periodistas que lo seguían iban perdiendo el aliento, y los policías finalmente desistieron y abandonaron el recorrido.
Santos se moviliza en camioneta por toda la región y se lo ve a menudo acompañado de su seguridad, tanto la personal como la que le ha designado el Estado. “Son policías amigos”, dice un dirigente. “Nosotros tenemos la potestad de elegirlos.” En un mitin se vio a Goyo utilizando un chaleco antibalas, obsequio de un coronel. Se comenta que las amenazas de muerte son frecuentes.
Sus detractores tienen una larga lista de adjetivos y apodos para describirlo: ignorante, prepotente, extremista, destructivo, incendiario, político, incapaz, ‘terruco’, ‘anti’, etcétera. Lo acusan de generar el atraso de Cajamarca y de malversar fondos para sus fines partidarios (la Contraloría sigue haciendo su trabajo). Además de catalogarlo como un demagogo peligroso, alguien que puede movilizar a gente que es capaz de dar la vida por él, sin saber hacia dónde la lleva. Alguien que pude perder el control de la situación.
Era obvio que Santos también despertaría ese factor racial tan propio de los peruanos. Durante la campaña era normal escuchar —a media voz—, en taxis o calles: “cholo de m…”, “serranazo”, “indio tenía que ser”, etcétera. Goyologró el éxito por el voto rural; el urbano le ha seguido siendo esquivo.
Su vocación política nace de su cercanía con los curas y monjas progresistas que dirigían el Instituto Pedagógico de Jaén, donde estudió, clérigos cercanos a la teología de la liberación y administradores de la influyente Radio Marañón; y de su participación en un grupo cultural dirigido por un curtido intelectual de izquierda. Goyo participaba por entonces en las tertulias de música trova y andina, tocando casi todos los instrumentos: guitarra, charango, quena, zampoña y bombo.
Jaén lo vio formarse ideológicamente: un rondero que prefería leer a Mao Tsetung, Mariátegui y Mario Florián a otros autores. Santos fue fuertemente influido por la vieja camada de Patria Roja, como Agustín Sánchez, fundador de rondas y un gran caminante. Con él recorrió las provincias de Cutervo y Chota. Lo influenciaron también AlfredoAndes Gonzales, su profesor y organizador de bases regionales, y Ulises Gamonal Guevara, poeta flamígero y de discurso satírico, y líder del grupo cultural que acogió a Goyo. De ellos heredó lo aventurero, lo irreverente y, probablemente, lo caudillista.
Uno de los militantes de Patria Roja nos cuenta una anécdota del hoy Presidente Regional: “En una reunión campesina no se hacía presente el rosarriero, el encargado de enunciar el Santo Rosario para iniciar los actos religiosos. Gregorio, el comunista, estaba en la zona en visita ronderil y, ante la inquietud y espera de los presentes, se decidió y tomó la guitarra, e hizo de rosarriero improvisado”. Tener iniciativa es, aparentemente, una de sus principales aptitudes.
En Cajamarca, Goyo enarboló un discurso diferente como rondero; dijo que no había que tenerle miedo a la política, y que ya era hora de ser más que unos simples “cuidavacas” (refiriéndose al abigeato) y de consolidar una presencia importante para poder reclamar a las autoridades que cumplan sus promesas. Goyo era el tipo que tomaba las decisiones, buenas o malas, y el que asumía el costo de ellas. Un analista lo describió como “el ajedrecista del debate espontáneo”. Tiene una preparación intelectual media y éxito en el careo, en el ‘tú a tú’ cotidiano. Ha inaugurado algo así como el “discurso político ronderil ameno”. Pero ¿cómo hizo para diferenciarse de otros dirigentes? Tuvo que dar el gran salto y dejar la dirigencia magisterial, ese espacio, junto a las directivas universitarias, donde se fosilizan muchas convicciones y valentías.
Aunque como rondero también tuvo que someterse a su propia ley. En un evento al que llegó tarde, recibió de su propia medicina: tres chicotazos simbólicos. La foto del castigo fue utilizada por sus contendientes políticos durante la campaña.
Ahora muchos se preguntan si en torno al ‘caso Conga’ se está articulando la nueva izquierda peruana y si Goyotendrá el peso político suficiente para presidirla a futuro. Por el momento, Patria Roja ya está pensando en las elecciones regionales del 2014. Sobre las presidenciales del 2016 guardan aún reserva, pero saben que para tener alguna oportunidad deberán hacer también alianzas con otras fuerzas distintas de las izquierdas tradicionales. Hay muchos técnicos e intelectuales limeños dispuestos a colaborar con el proyecto. Pero ¿el protagonismo de Goyo es similar al de Alfonso Barrantes en la Izquierda Unida, o al de Humala en el nacionalismo? ¿Tiene futuro electoral Patria Roja sin Goyo? ¿Es ya Santos un caudillo?
En la década de 1990 Goyo estuvo dos años en Cuba, preparándose. Al regresar al Perú su determinación fue más evidente, y se hizo la promesa de “volver a la isla como autoridad de su pueblo”, lo que fue realidad en julio del 2011, ya como Presidente Regional. Después de su primer viaje a la isla, la dirigencia comunista peruana le propuso quedarse en Lima para fortalecer el equipo, pero Goyo decidió regresar a Cajamarca, quizá con más visión y olfato que sus maestros. Tal vez intuyó lo que se venía. Un político muy hábil.
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