Cuando, por el retrovisor derecho, vi al
comunero corriendo y gesticulando junto a la camioneta, supe que la noche iba a
ser larga. Eran las 4:30 de la tarde, bajé del carro, me presenté y le dije lo
que estábamos haciendo: un libro del departamento de Cajamarca. Me dijo que
tenía que estacionar el vehículo e identificarme con los ronderos que estaban
más abajo.
Unos 20 minutos después estaba rodeado de unas 18
personas entre autoridades, ronderos, curiosos y niños. En dos momentos sentí
mucha tensión. Durante todo el tiempo hablaban por teléfono con Huangamarca y
con Bambamarca, para saber quién era y lo que hacía. Me encontraba en la zona
de Huilcate, en la provincia de Hualgayoc. Territorio minero por excelencia
desde la época de la Colonia. Territorio Conga.
A la hora entramos todos al local de los
ronderos, era de noche, estaba a oscuras salvo una pequeña mesa de madera
iluminada por dos velas. Se iba a celebrar una asamblea en la que iban a
participar ronderos de varias comunidades, así como autoridades. Había que
informar a todos los convocados por teléfono, silbidos, gritos o corriendo de
puerta en puerta, y ellos decidirían qué hacer.
Hacía frío. El lugar se encuentra en torno a los
3.700 metros de altura. Forma parte de los páramos o jalcas, un ecosistema muy
especial que sólo se encuentra en las alturas de los departamentos de Piura y
Cajamarca. Parece la puna, pero es más húmeda y lluviosa, abundan la niebla y
los afloramientos de rocas. En ellas nacen musgos y líquenes multicolores, pequeñas
flores, y orquídeas que se cobijan en los recovecos de las piedras. El paisaje
es plano, nostálgico, extenso y cubierto de paja. Hay pequeñas localidades de
agricultores de papa, tubérculos y cereales andinos, y de pastores de vacas y
ovejas. Todo se alimenta de una complejísima red hídrica que nace de las
lagunas características que hay en este ecosistema, y de los cerros, formando
arroyos y riachuelos que alimentan los valles de más abajo. Es como una piel
llena de capilares sanguíneos.
En el local se congregaron unas 60 personas. La
mayoría con ponchos colorados y sombreros. Chacchaban coca. A veces se creaban
silencios absolutos en los que sólo se escuchaba el tac tac de los matecitos de
cal que se usa para activar la coca que se mastica. Muchos intervinieron
hablando sobre Conga y pidiendo que se conociese su opinión en el Perú, porque
los medios, según ellos, no informan bien. Cada vez que entraba alguien había
que presentarse, y el presidente de mesa hacía lo mismo. Se hablaba de los
mineros, de los tres que estábamos viajando y de nuestras identificaciones, del
gobierno, y de los consultores y ONG’s que llegan como negociadores. También
hablaron de los leones que viven en los cerros, del árbol de la quina que crece
solitario, de sus lagunas y de lo que cultivaban. A veces nos pedían que nos
quedásemos varios días para conocer el lugar, y otras que no podíamos seguir
nuestro viaje y que nos iban a retener hasta sabe Dios cuándo, porque no tenían
seguridad de quiénes éramos.
Describo cómo veo esas partes implicadas en un
conflicto que empaña uno de los departamentos más bellos del Perú, de gente
cálida y generosa, como la que nos acompañó durante los 40 días de viaje que
hicimos por todas sus provincias.
Para muchos pueblos, y pasa en la sierra y selva
peruanas, la humanidad no es exclusiva de la gente, sino que muchas cosas que
les rodean, animales, plantas, cerros, lagunas o cataratas comparten una
humanidad, un alma, cargada de intención, voluntad y poder. Así, para poder
vivir, es decir, para tener éxito en los cultivos, la salud individual o del
grupo, el ganado o los partos, hay que saber negociar, entender y mantener
equilibrios, con todos ellos. En esto, los chamanes, en las sociedades más tradicionales,
son los especialistas.
Hay una humanidad compartida. La naturaleza no es
sólo un objeto que se puede transformar, es algo vivo con la que hay que saber
negociar. La gente es polifacética, construye casas, sabe de plantas, cultiva y
cría, entiende del clima y maneja enormes espacios físicos donde desenvuelve
sus actividades: cosecha, pastoreo, mercados, centros administrativos, cacería,
leña, arcilla, piedra, colegios alejados… por eso, cuando se toca una parte, la
percepción, se quiera aceptar o no, es que se afecta el todo.
Esa personalidad multifacética, que todo lo hace,
genera una especie de carácter autónomo, también de grupo del que se depende
mucho, que hace que todos se sientan un poco jefes, ‘autoridad’, como les gusta
decir. Esta autoridad está diluida y es múltiple: el profesor, el sanitario, el
rondero, el teniente alcalde, el jefe de la comunidad, el alcalde delegado, el
chamán, el teniente gobernador, el presidente de la organización… los procesos
de negociación son largos y muy complejos. Hace falta tiempo para entenderlos y
esto solo se consigue pasando largas temporadas en estos lugares. En el local
donde estábamos había unas 60 personas, y todas eran o se sentían, de alguna u
otra manera, autoridad.
Una vez participé en una reunión en Imaza, en el
Alto Marañón, a la que asistieron jefes de comunidades nativas que se
encontraban a 5 días de camino. Es decir, hicieron un viaje de 10 días, entre
ida y vuelta, para asistir a la asamblea que convocamos. ¿Hasta dónde podemos
llegar viajando por el mundo 10 días? Cuando estás con una sociedad capaz de
hacer eso tienes que ser muy original y comprometido para trabajar con ella y
más, si ese trabajo, de alguna manera, compromete el entorno en el que viven.
La gente, no sólo las autoridades, quiere participar, saber y opinar, porque,
salvo en sus círculos cerrados, no lo hace nunca.
En nuestras ciudades y empresas, el mecanismo es
otro. La naturaleza está escasamente presente y se convierte en objeto. Los
espacios son menores, la autoridad está ordenada, los servicios, en general,
funcionan, hay muchos canales de comunicación y las personas, las que quieren,
están informadas. La velocidad, el espacio y el tiempo son otros. Los dioses no
son los cerros, son el yoga, la religión, la política, el fútbol. Los círculos
familiares son más pequeños, mientras que en muchas comunidades se reconocen
relaciones de hasta 5º grado, con las que se establecen solidaridades y
alianzas diversas. Son autónomos, pero son grupales. El territorio no sólo es
la casa o el carro, es todo lo que rodea, muchas veces en conflicto entre
propiedad privada y colectiva, o entre comunidades y localidades colindantes.
Cuando viajábamos hacia Bambamarca estábamos
atravesando el territorio que ellos consideran suyo, desde la época de sus
ancestros y del que dependen para vivir. Como en estos lugares, en nuestro caso
ocurren cosas similares, hay playas que para entrar hay que identificarse o
barrios cuyos accesos dependen de barreras con vigilantes. Todos hemos visto
sitios que se manifiestan radicalmente en contra ante la iniciativa, por
ejemplo, de abrir un nido en una de sus calles. En el puerto de Ancón se logró
desactivar un proyecto, el del puerto, por la defensa del medio ambiente y de
esa bella bahía. A pesar de las anteriores diferencias, que son grandes, en
otras cosas, para bien y para mal, nos parecemos.
Aguas de colores y camiones cisterna
Durante la asamblea salió un tema recurrente, las
ciudades de Bambamarca y Hualgayoc. Varios de sus ríos son de colores
radioactivos, se ven pozas de relave desbordadas de las que emanan todo tipo de
sustancias, muchos cerros están deforestados y las familias de Hualgayoc, por
ejemplo, dependen de un camión cisterna que les abastece de agua semanalmente.
Durante las horas que estuve con los ronderos,
les comenté en alguna ocasión que la minería moderna es una de las empresas que
mayores estándares de trabajo posee, más implicada está en temas sociales, más
dinero deja en forma de canon, más exigencias en temas medioambientales y en recuperación
de los espacios intervenidos tiene, o más consultores y negociadores contrata.
Pero la realidad no son las palabras, es lo que estas comunidades ven
diariamente: aguas de colores muertas como escenas sacadas de la película
"Mad Max".
Es muy difícil convencer a una población de una
actividad determinada cuando la experiencia cotidiana es nefasta. Pensaba,
mientras escuchaba esto, que antes de cualquier iniciativa, antes de cualquier
estudio de impacto ambiental, el Gobierno, y las propias empresas mineras,
porque de lo contrario pierden credibilidad, deberían exigir la finalización
absoluta de esas prácticas que arrasan con todo lo que se pone a la redonda,
sean informales o formales.
La minería actual ha tenido una evolución
infinita, hay que reconocerlo, pero arrastra un pasivo histórico muy grande. En
muchas ocasiones, a lo largo del viaje por Cajamarca, así como escuchaba de los
beneficios generados ella, se hablaba de su falta de humildad para reconocer
ese pasivo, hacerlo, ser humildes, es comenzar con buen pie. En la ciudad de
Cajamarca me decían que, en ocasiones, algunos altos cargos de las mineras
tienen prioridad y no hacen las colas en el banco, o que se han cerrado calles
enteras porque un ejecutivo de alguna de ellas estaba almorzando en un
restaurante. Uno de los grandes problemas de Conga, de unos y de otros, es,
también, la falta de estilo.
Hay que reconocer, y es normal, que el diálogo
entre empresas mineras y comunidades, ambos en universos paralelos, es
complicado. No es fácil superar ese problema de comunicación, de llegada, para
unos y otros. Acá intervienen los consultores y negociadores.
La gente que no quiere comer nuestros
cuyes
En la asamblea había gente que tomaba la palabra,
se levantaba, y después de presentarse y, de nuevo, presentarnos a todos, decía
que porqué esos consultores no se quedaban a pasar tiempo en las comunidades, a
recorrer los caminos, a subir los cerros, a conocer sus chacras, a estar en sus
fiestas o a ‘aprender a comer cuy’. Sienten que les infantilizan, porque según
ellos, llegan personas que nunca han estado en un páramo, y dan lecciones de
ecología a los que siempre han vivido ahí y conocen ese territorio como la
palma de su mano.
En algunas ocasiones he visto cómo llegan
negociadores en helicópteros, camionetas o deslizadores por ríos, despliegan un
arsenal de tecnología, entre computadoras, proyectores, ecran, teléfonos… en
sitios en los que el mayor avance tecnológico es la letrina que instaló
Fujimori. Para cuando los lugareños se adaptan y empiezan a entender algo, el
consultor ya tiene que recoger sus cosas y regresar a su lugar de origen. La
forma de comunicar y lo poco que se comunica. Los espacios supuestamente de
diálogo en los que hay poco interés para saber del mundo del otro.
La falta de estilo, la ausencia de códigos de
comunicación, el no saber o no querer informar bien, el no ponerse en el lugar
del otro, el manejo de otros tiempos y espacios, complejos, diferentes, de unos
y otros. La percepción es que el accionar de muchos de esos consultores es
comodón, centralista y sin el compromiso necesario para entrar, realmente, en
ese otro.
Recuerdo una situación que quizá parodie esto.
Una vez en Santa María de Nieva me encontré con una chica vasca, de Bilbao. Le
pregunté quién era y qué hacía. Me dijo que había venido a realizar un
diagnóstico del Alto Marañón para una fundación extranjera. El Alto Marañón
tiene unos 30 mil kilómetros cuadrados, es más grande que el País Vasco. Se
hablan tres idiomas, lo habitan dos pueblos indígenas, los aguarunas y
huambisas, y su ecosistema, el amazónico, no tiene parecido con ninguno de los
que hay en Europa. Quise saber si la chica había llegado con otra gente, me
respondió que sola, y le pregunté para cuánto tiempo había venido a realizar el
diagnóstico, me dijo que hasta mañana.
La perversión del canon minero
No hay un rubro económico que invierta tantos
millones en desarrollo social como lo hace la minería. En ocasiones ni siquiera
el Estado, porque muchas de las zonas mineras del país están en lugares remotos
donde éste brilla por su ausencia. Si hay tanto dinero, ¿por qué la gente
tampoco está contenta?
Antes de llegar a Celendín se pasa por un bello
pueblo, ubicado en un valle pequeño, que se llama La Encañada. Es uno de los
lugares de mayor renta per cápita del Perú. A la entrada hay un enorme y
moderno hospital levantado con dinero del canon minero. Está vacío. El canon
permite construir infraestructuras, pero no contar con equipos, personal,
formación o campañas. Es dinero con poca eficiencia social y, por tanto, genera
frustraciones y resentimientos en la población supuestamente beneficiada. El
órgano que lo regula, el SNIP, no asesora ni capacita a autoridades e
instituciones que, durante toda su vida, han manejado unos pocos miles de soles
y que ahora reciben millones. Yo, que ya los quisiera tener, me pierdo en mi
economía doméstica. La inversión en infraestructura, que es la inversión que
antes se ve y, por tanto primero se publicita, no responde a los principales
problemas que viven estos lugares, prioritarios para todos: la educación y la
salud. Y no nos podemos confundir, de esto no tienen responsabilidad las
mineras.
Esta situación se complica más. Después de
Celendín, en la larga ascensión a sus partes altas, por donde se atraviesan
campos floridos de linaza, hay un pueblo minúsculo que se llama Saraus. El
nombre me llamó la atención porque en mi tierra hay una localidad pesquera que
se llama Zarautz, donde se come extraordinario pescado y tiene muy buenas olas
para hacer surf. Les pregunté por el origen de ese nombre, me dijeron que un
cura vasco lo puso cuando antes todo era hacienda.
Cuando llegué a Saruaus coincidí con una reunión
de alcaldes y gente del Gobierno Regional, con los profesores y alumnos. Un
alcalde, mientras caminábamos por el monte, me decía, ‘el canon es un botín. Lo
primero hay que asegurar el repartir la parte correspondiente entra las
localidades que forman el territorio municipal. En muchos sitios de Cajamarca
decimos que las autoridades entran pobres y salen ricas’. La corrupción. El
resentimiento, por tanto, aumenta, y el principio de autoridad se fractura.
Todo se vuele más complejo y explosivo. No hay autoridad formal y, a su vez,
hay muchas formas de autoridad locales. El Estado, así como debe poner fin a
las malas prácticas mineras, debe cambiar las políticas del canon.
Siempre pienso que el Perú es un país único. Sus
récords son mundiales en zonas de vida, ecosistemas, climas, especies, ríos y
montañas. En este país se hablan más de 55 idiomas diferentes. Sólo la selva
amazónica es más grande que toda España. Hay comunidades de pastores que viven
en alturas que no existen en Europa. Sus culturas son milenarias, algunas de
origen civilizatorio a escala planetaria. Hay más diferencias en 200 kilómetros
en línea recta aquí, que en 5 mil en ese continente. La geografía es indomable
e históricamente no ha habido ni economías ni Estados fuertes para manejarla,
tampoco interés para entenderla. El potencial del país es enorme, y diverso. De
hecho es la imagen con la que nos posicionamos en el extranjero. Hacia fuera
somos el país de la diversidad. Pero hacia dentro, nuestras prácticas y
estilos, construyen el país de la homogeneidad. La Marca Perú, de alguna forma,
se desmarca en el Perú. Queremos pensar, intervenir, hablar, comer, negociar,
trabajar, informar o amar de la misma manera en costa, sierra y selva, en
Miraflores o en Huilcate. Un absurdo.
Eran las 2 de la noche cuando salimos del local
de los ronderos. Tenía mucho frío y no habíamos comido en todo el día. Estaba
cansado y me sentía, también, molesto por mi retención. Me sorprendió el
firmamento, la cercanía de las estrellas, la belleza que tenía la Vía Láctea.
http://blogs.elcomercio.pe/zonadeembarque/2012/08/territorio-conga.html
2 comentarios:
leer para aprender y tolerar tantas contradicciones, recuerda que Conga es un problema de minería formal, no es un problema de los pasivos ambientales coloniales o republicanos, Conga así sea formal, es totalmente destructiva, por más formal que se pretenda dar a conocer; agrandará brechas irreversibles en el medio ambiente. Si visitas más tiempo y no te sientes cautivado por los ronderos, sino por las razones más que apreciativas de un paisaje, profundizando el tema del agua; argumentarías más de lo que es este sitio paradisiaco, cuyo dueño es don dinero, el dadivosos y regalón, el que sacará de la ignorancia y la pobreza, por un plato de lentejas contaminadas y desolando parajes más rápido que una bomba nuclear de 5, 000 kilotones,( 50, 000 toneladas de dinamita) exagero verdad?,con tajos abiertos, pero has una suma de todos los proyectos mineros existentes y por venir en mi querido Cajamarca, para decir luego ¡más agua para Cajamarca! No me cierro a algún otro proyecto minero, pero hay que pensar quienes pueden ir, y que mantengan un trabajo mancomunado, para no ver esas cisternas de agua.
DANNY ERES TORPE Ò TE HASES TE HAGO RECORDAR DÒNDE ESTUVISTE 07 AÑOA ATRAZ POR TU ESTILO DE COMENTARIO TE DIGO CON TODA SEGURIDAD QUE ERES TERRORISTA DE LOS SAAVEDRAS Ò FUJIMONTECINISTA CAMUFLADO Ò FINALMENTE DE LOS DELINCUENTES DE LOS GOYOS MATON DE SAN IGNACIO.
SALUDOS JOSE OLMEDO R.
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