El verdadero homenaje al campesino no consiste en
rendirle loas y alabanzas, ni generarle falsas expectativas. El verdadero
homenaje consiste en contarle la realidad en la cual se encuentra y cual es el devenir
al cual ha sido condenado. Eso sí que lo
motivará a una profunda reflexión y, quien sabe, a desarrollar una inevitable acción.
Por Sociólogo: Avelino Zamora Lingán
Mientras cada 24 de junio muchas autoridades, desde
presidentes de la república, presidentes regionales hasta alcaldes provinciales
y distritales, entre otras, acostumbran lanzar sendos discursos, halagadores y
paternalistas, en “homenaje” al campesino, así como hacerles regalos,
entregarles título de “propiedad” (de la cual son despojados por las
transnacionales), etc. etc.; en la práctica, promueven un modelo económico,
extremadamente excluyente, que precisamente tiene como objetivo extinguir al
campesino sobre todo, de la sierra peruana, porque para dicho modelo este
sector social es inútil, no sirve, es un obstáculo, para lo que los liberales
llaman “el progreso” y “el desarrollo”. Además, las víctimas del modelo
económico, sustentado en su filosofía del dejar hacer y dejar pasar y del capitalismo
salvaje, no sólo son los campesinos de la sierra, también son los indígenas
amazónicos y a los que ahora se han dado en llamar los indígenas “no
contactados”. En este sentido, no es casual que el Presidente de los
narco-indultos, de la paloma y la estrella, les haya llamado “perros del hortelano”,
“ciudadanos de segunda y tercera clase”, que se “oponen al desarrollo y al
progreso”, obviamente entendiendo tal “progreso” y tal “desarrollo” como
sinónimos de neoliberalismo, es decir como saqueo y depredación. Veamos:
Un breve y grueso análisis de la dinámica demográfica muestra
que, en efecto, la población rural, es decir la población campesina, ha ido
disminuyendo, en cada periodo censal, desde 1940 al último censo del 2007.
Tanto, a nivel nacional como a nivel de la región Cajamarca. En el ámbito
nacional: en 1940, la población rural es de 4’010,834 habitantes, que
representa el 64.6 %; en 1961, baja al 52.6 %; en 1972, sigue bajando al 40.5
%; para 1981, baja al 34.8%; en 1993, llega sólo al 29.9% y; finalmente, el
último censo del 2007, la cifra absoluta llega a 6’608,594 habitantes
campesinos, mientras que el porcentaje de población rural, respecto a la
población total llega sólo al 25 %. A nivel de región Cajamarca, ciertamente,
la mayor parte de la población es rural, de igual manera en cifras relativas o
porcentajes, hay una disminución significativa: En 1940, la población campesina
es de 416,383; cifra que representa el 86.3 % del total de la población; en
1961, la cifra baja al 85.3 %; en 1972, sigue bajando al 82.6 %; en 1981, llega
al 79.4 %; en 1993, al 75.3 y en el 2007, la población rural de Cajamarca llega
a 933,832 habitantes, que equivale al 68.5% de la población total. Como se
puede apreciar, si bien es cierto las cifras absolutas crecen; pero crecen de
manera insignificante; lo cual da lugar para que la disminución en cifras relativas
o porcentajes, en ambos casos; nacional y departamental sean bastante altos.
Por otro lado, de las cifras descritas, se puede deducir que en todos los
periodos censales el crecimiento urbano, tanto a nivel nacional como
departamental, la alta tasa de migración campo ciudad es muy significativa. En
resumen, si bien en 1940 entre el 65-75 % de la población es rural; hoy, 2013,
tales cifras se han invertido, en el sentido que dichas cifras poblacionales
corresponden al ámbito urbano. Esta situación sugiere pasar al enfoque social
del análisis.
Socialmente, la población rural es una población
marginada, especialmente la de la sierra; por encerrar en su estructura
sociocultural elementos o rezagos tradicionales, originarios o nativos, que se
sintetizan en la principal actividad rural: la agricultura. De allí que, desde
el ámbito académico, se dice que la cultura y la organización social del
poblador rural serrano es agro-céntrica. Indudablemente, estas características
socioculturales son incompatibles con los elementos socioculturales hegemónicos
predominantes en la sociedad mayor, cuya dinámica gira en torno a tres
conceptos fundamentales: progreso, industria y tecnología. Más aún hoy que
existen procesos sociales como la globalización, las tecnologías de información
y comunicación y la contracción del Estado a su mínima expresión. En este
sentido, la marginalidad rural no sólo parte desde el estado, sino que se
extiende a toda la sociedad, enmarcada en el ámbito urbano, expresado en el
plano económico a través del intercambio desigual, el mismo que para muchos
estudiosos de las Ciencias Sociales constituye la raíz de la pobreza en el
campo.
Otro factor que socialmente constituye una expresión
de la marginalidad rural es los impactos sociales, generados por las
actividades extractivas, promovidas desde el Estado. Concretamente, nos
referimos a las actividades que se desarrollan bajo el modelo primario- exportador,
que en su mayoría lo constituyen las actividades mineras, gasíferas, petroleras
y madereras. Este modelo, además de ser tradicional, no garantiza un desarrollo
hacia adentro o desarrollo de un mercado interno; sino que se reduce a la
extracción de los recursos minerales no metálicos y metálicos para la
exportación, al mismo tiempo que se desarrolla una política abiertamente
paternalista y asistencialista, bajo una visión exclusivamente urbana. La
aplicación del modelo extractivista, incompatible, como ya indicamos, con los
procesos sociales predominantes, en
tales condiciones, lejos de generar cohesión y armonía entre la población rural
y entre ésta y la población urbana, incluido el Estado, lo único que genera es,
por un lado, conflicto y desintegración social y, por otro, altos sentimientos
de emigración del campo a la ciudad. El campesino ya no quiere seguir siendo
campesino, reniega del campo y desarrolla su deseo de imitar al poblador urbano.
Estas tendencias son mucho más probables en la población campesina joven. Es
como sí hubiese tomado conciencia de que la marginación que sufre es
precisamente por ser campesino, indígena o nativo y por hablar algún otro
dialecto que no sea el español. El sentimiento campesino de emigrar a la ciudad
y desaparecer como tal, se alimenta también con los impactos sociales y
ambientales, generadas por las actividades extractivas: Despojo sistemático de
sus tierras, por empresas industriales nacionales y trasnacionales; reducción
de las parcelas, por causas hereditarias; destrucción de las fuentes de agua y
de los colchones acuíferos; contaminación de los suelos agrícolas; por
agroquímicos y por las actividades extractivas, el intercambio desigual entre
productos del campo y productos urbano industriales; en general, el abandono
del Estado y el desarrollo del modelo primario – exportador son dos elementos
que constituyen los principales factores de expulsión del campo a la ciudad; en
otras palabras, a través de dichos factores se promueve deliberadamente o no,
un proceso de extinción de la población rural.
Tercero. Decíamos que para el modelo neoliberal,
imperante en nuestra sociedad, el campesino es un actor social anacrónico, un
obstáculo para el desarrollo. Si por los neoliberales y la CONFIEP fuera, lo
población campesina, especialmente serrana, tal como está estructurada no
debería existir. Y, es que la esencia, la razón de ser de dicho modelo se
reduce a la rentabilidad económica vía
el sector industrial. Desde la perspectiva de los neoliberales y los
capitalistas, al igual que del Estado, la agricultura de la sierra peruana no
es rentable. Ahí está la explicación del por qué, tanto el Estado como los
agentes económicos optan por el abandono y el olvido; y, por el contrario,
desarrollan políticas de hostigamiento, de depredación del hábitat rural y
alimentan la marginación rural. Hablando de depredación rural: si al pez se le
priva del agua, muere; si a una determinada especie animal se le priva del
único alimento del cual vive, muere; si al pez o cualquier otro animal, a la
planta y al ser humano, se le priva del agua, estos seres vivos desaparecen
como tales. Con el campesino está sucediendo algo más que la privación del
agua, también se le está privando de la tierra; de los insumos para producir;
y, cuando no se le priva de estos elementos, los mismos son contaminados,
deteriorados y depredados. En general, al privarle de todos estos elementos o
factores que para ellos han sido vitales desde tiempos remotos, o mejor dicho
desde que descubre la agricultura, hace más de 10,000 años, se le está privando,
también de su cultura. Es decir, se le está privando de seguir siendo
campesino; de realizar su reproducción social. En pocas palabras, se le está
condenando a la extinción.
Finalmente, Orlando Plaza, uno de los más prestigiosos
científicos sociales, docente universitario de la Pontificia Universidad
Católica del Perú, en su libro “Desarrollo Rural: Enfoques y Métodos Alternativos”,
indica lo siguiente, respecto a la economía campesina, racionalidad sobre la
cual está organizada la producción y las relaciones sociales en la zona rural
de la sierra peruana: “La empresa es la forma racional de organizar la
actividad económica, la industria como el sector dinámico y eje del desarrollo
de fuerzas productivas y generación de riqueza, las ciudades como la ,forma
moderna y abierta de organizar el espacio, la cultura, la vida social y
económica; la burocracia como la organización racional. En relación a esta
noción de progreso y a los logros de la industrialización, se fijan y se genera la noción de sociedad que tiende a universalizarse
y a dejar de lado las otras racionalidades económicas y socioculturales” El
sistema de producción del campesino de la sierra peruana está organizado sobre
la base de esas “otras racionalidades”, que no son compatibles con la filosofía
del neoliberalismo, ni con la noción predominante de la industrialización y
modernismo. Plaza, además agrega: “El estilo urbano industrial (sobre la base
del modelo económico neoliberal) es el trasfondo de todas la propuestas de
desarrollo y presupone la desaparición o transformación de todas las otras formas de racionalidad
económica y cultural. Es un enfoque globalizante que señala los grandes
parámetros, de lo deseable y lo aceptable, por tanto de lo que debe permanecer
y lo que debe cambiar. Es la visión moderna, generada a partir de los países
centrales y de su éxito en el dominio
del sistema económico y del mercado, de como debe organizarse la
sociedad, la economía y el Estado”. Como se puede apreciar, nuestro argumento
en cuanto al proceso de extinción del campesino no es jalado de los
pelos, ni menos herejía o subjetivismo. Tal argumento se sustenta en realidades
y tendencias socioeconómicas actuales. Y, no es una extinción, entendida como
desaparición absoluta. Lo que sucede es que el campesino emigra del campo a la
ciudad, en donde pierde lentamente la condición de tal; en tanto que, al
realizar su reproducción biológica y social en la ciudad, pierde sus costumbres
y su cultura, además, se dedica a otras actividades no agropecuarias. Espero
que quienes gobiernan este país reflexionen sobre la realidad que actualmente
vive el campesino cajamarquino, el campesino serrano de todo el país; y no sólo
se ocupen en rendirle homenajes y desearles “un feliz día” cada 24 de junio,
mientras tanto ese campesino cada vez es mucho más excluido y despojado de su
propia tierra, ese campesino está siendo hacer sentir “un extranjero en su
propia tierra”. Todo esto por un modelo económico neoliberal de capitalismo
salvaje, al cual el Estado, los gobernantes y los empresarios, le rinden culto,
loas y alabanzas. /////////////
Escrito: 25 de junio del 2013
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