Sociólogo: Avelino
Zamora Lingán
Hasta antes que los
grandes grupos de poder económico criollos y las transnacionales consoliden el
manejo directo y en función exclusiva de sus intereses económicos, los destinos
de las naciones, sin intermediarios políticos y, cuando todavía se pensaba que
los países eran soberanos y gozaban de relativa autonomía, las campañas electorales eran espacios donde había una marcada
tendencia al debate ideo-político, la presentación sistémica y exposición de
propuestas para el cambio social. Hoy, ya en el reinado de las transnacionales
y del pensamiento único del libre mercado, las tales campañas solo constituyen
espacios, como ya indicamos, no para la exposición de ideas o de doctrinas
políticas, sino para la exhibición del poder económico de tal o cual
candidato y para el fácil discurso cargado de demagogia. Entonces, desde
este enfoque, el libre albedrio y el libertinaje, con el cual funciona el
sector económico-productivo, bajo la lógica del mercado, se ha extendido a la
política, lo cual significa que ésta se maneja o practica con las mismas reglas
y con la misma lógica económica con las cuales se maneja un ente económico, una
empresa y una transnacional, lo que quiere decir que aquí lo único que importa
es cuanto se va a ganar por cada dólar o por cada sol que se invierta en una
campaña electoral. Es más, los movimientos o partidos políticos se han
convertido en empresas políticas. Desde esta perspectiva, la preocupación
fundamental es como se recupera lo invertido ¡Ya es fácil imaginarse porqué la
corrupción “de alto vuelo”, se ha convertido en una lacra social permanente y
que está generalizada en todas las instituciones públicas de nuestro país!!!
Que puede haber honrosas excepciones de algunos movimientos políticos, que no
operan con criterio económico o empresarial es muy posible, pero no es lo
predominante.
Reiteramos, en este
contexto, bajo el reinado de los poderes económicos locales y transnacionales, el
debate político y más aún el debate de ideas salen sobrando, por lo tanto el
político o los políticos, también. Para el modelo económico que está primando
en el mundo más útil e importante que los políticos son los gerentes, los
tecnócratas y los administradores, puesto
que las políticas públicas de las naciones ya no se deciden al interior de cada
país y en los locales de los partidos políticos; sino en las cedes centrales de
las transnacionales que pueden localizarse en Nueva York, Washington, Londres,
Tokio o cualquier otra gran ciudad del mundo. En todo caso, lo que los
poderes económicos necesitan son personajes que funjan de políticos, con
pensamiento conservador, derechizado y neoliberal; que sean buenos tecnócratas y
pragmáticos, con vocación para ser buenos gerentes o administradores de los
grandes intereses económicos. En palabras, más asequibles al entendimiento
popular, lo que las transnacionales necesitan es gobernantes que ejecuten al “pie
la letra” los planes económicos diseñados por el FMI y por el Banco Mundial; y,
también, necesita fieles wachimanes para que custodien las inversiones privadas,
a punto de bala si es necesario. A esto se suman las famosas estabilizaciones y
exoneraciones jurídicas y tributarias (como por ejemplo, los 20 mil millones de
dólares que Humala les acaba de condonar a las grandes empresas), así como una
serie de flácidas o débiles leyes más, que constituyen las condiciones
fundamentales para que los capitales privados extranjeros se sientan atraídos y
seguros de obtener ganancias y sobre-ganancias, aunque sea a costos ecológicos
altísimos, como la destrucción de fuentes de agua y colchones acuíferos y
costos sociales de igual magnitud, al dejar a pueblos enteros sin agua, con
aguas contaminadas, sin cultura y sin futuro.
En este contexto es
que hay que entender lo que realmente sucede en los escenarios electorales,
peruanos, latinoamericanos, africanos; en fin, en todas las naciones donde el
diseño de las políticas públicas corre a cargo de las transnacionales y no de
los partidos políticos. En efecto, los escenarios electorales de estos últimos
tiempos se caracterizan por una serie de elementos, los cuales son muy
cuestionados por la mayoría del electorado y por las poblaciones en general,
pero que se guían o sustentan en un solo denominador común: LA DEMOCRACIA. En nombre de la democracia, por ejemplo
se sostiene que todo ciudadano mayor de 18 años tiene el derecho de elegir y
ser elegido; pero, en la práctica ocurre que no todo ciudadano puede hacerse
elegir, puesto que para ello se requiere como condición principal disponer de
suficiente solvencia económica para competir durante una campaña electoral; en nombre de la democracia, se configuran escenarios electorales con cantidad excesiva de candidatos, lo
cual trae como consecuencia, por un lado, la fragmentación del voto, que a su
vez influye negativamente en la gobernabilidad, en tanto que quien salga
elegido como autoridad o gobernante, lo hace con muy pocos votos, que luego le
generan problemas de legitimidad, de representatividad, etc. Por otro lado,
la excesiva cantidad de candidatos va en desmedro de la calidad de los mismos,
más aún cuando la ley sólo contempla que para ser candidato a un alto cargo
público sólo es suficiente tener más de 18 años y ser peruano de nacimiento,
aunque en estos últimos tiempos, ni siquiera se respeta este último requisito,
puesto que hay personajes que nacen en otra nación pero se nacionalizan
peruanos y están aptos para aspirar a la presidencia de la república. Las
capacidades técnicas, profesionales, experiencia en gestión pública y valores
morales y éticos son obviadas entre los requerimientos para ser candidato. Asimismo,
en nombre de la democracia, pese a
que muchos candidatos que socialmente son harto cuestionados ya sea por
corruptos, por incapaces, por autoritarios o por nepotismo o simplemente por
darle la espalda al pueblo; otros que están siendo procesados judicialmente y
algunos que teniendo delitos prácticamente comprobados son intocables, sin
embargo, se convierten en candidatos y con alta probabilidad de éxito. En nombre de la democracia, en el
escenario electoral también se puede observar a quienes durante la década de
los 90 se dedicaron a retacear nuestro país y entregarlo a las transnacionales
para su depredación permanente, a quienes, además, violaron los derechos
humanos de los más humildes (con desapariciones, matanzas de la cantuta y
Barrios Altos, esterilizaciones forzosas); institucionalizaron la corrupción y
destruyeron a las organizaciones y al movimiento social, así como a los partidos
políticos y sobre todo a quienes instauraron el modelo económico neoliberal,
engendro del capitalismo salvaje, un modelo económico excluyente y donde muchas
grandes empresas y transnacionales operan con muy poco o nada de control
estatal.
Y, en nombre de la
democracia planteo las siguientes interrogantes: Considerando lo señalado en el
párrafo anterior: la democracia ¿Sirve para el desarrollo del país o más bien
está siendo un obstáculo?; ¿A quien sirve la democracia, al pueblo, vale decir
a las grandes mayorías o sirve para que pequeños grupos de poder económico
locales y a las transnacionales se enriquezcan?; ¿Acaso no es tiempo de que ya
se piense seriamente en revisar los términos de la democracia, considerando que,
tal como hoy se entiende, está siendo
muy permisible, con la praxis política de los políticos, en los escenarios
electorales? O ¿Acaso la ley de Partidos Políticos necesita ser
reformulada? Digo esto porque lo que se
configura en los escenarios electorales, en
nombre de la democracia, resulta contraproducente con el fortalecimiento y
consolidación de la misma. Ciertamente la democracia lo permite, pero no le beneficia,
para nada, el hecho de que en un escenario electoral, como el de Cajamarca, por
ejemplo, se presenten 19 candidatos a la alcaldía provincial; o que en otras
provincias existan más de 11 candidatos, de igual manera en algunos distritos. Más aún, como ya indicamos
más arriba, cuando esto sólo significa cantidad pero no calidad o como se diría
en el argot popular “mucha paja y poco trigo”, por algunas razones como:
generalmente, tales candidatos carecen de propuestas de desarrollo, que
impliquen impactos socioeconómicos importantes; no se diferencian unos de otros
en cuanto a lo que proponen, o mejor dicho, casi todos proponen lo mismo; algunos
de ellos tienen escasa preparación técnica y profesional o, si es que lo
tienen, pero carecen de experiencia en administración y gestión pública, aunque
si pueden ser expertos y tener experiencia en apropiación de los recursos
públicos, demostrando, con ello también que carecen de ética y de moral; pero
si con gran capacidad para ver a las entidades públicas como atractivos y
apetecibles “botines” de dinero que están esperando para la “repartija” entre
quien o quienes lleguen a ocupar los altos cargos y sus allegados.
En fin, todo esto que
se configura en los escenarios electorales, no es relevante para quienes hoy
diseñan las políticas públicas y dirigen los destinos de los llamados países
subdesarrollados o países en vías de desarrollo, que son las transnacionales.
Lo que a ellas les interesa es que sus inversiones privadas, es decir, sus
capitales, sean administradas eficientemente de tal manera que se garantice el
llamado “crecimiento económico”, que implica mantener siempre las cifras de la
bolsa de valores en azul, que a su vez significa crecimiento de las ganancias y
sobre-ganancias de las transnacionales y que en general significa la
acumulación capitalista. Un caso concreto que sustenta lo que acabamos de
decir: durante la dictadura fujimorista, donde la corrupción fue más abierta i
descarada, así como las violaciones de derechos humanaos y la ruptura de la
institucionalidad, los grupos de poder económico locales y transnacionales y
sus instrumentos mediáticos, se callaron la boca en todos los idiomas, jamás
condenaron o se pronunciaron al respecto, puesto que los resultados de la
consolidación del modelo económico neoliberal llenaban sus arcas y sus cuentas
bancarias.
Finalmente, queda
claro, entonces, el porque hoy los escenarios electorales han sido reducidos a
simples espacios para la competencia económica más que para el debate político
o de ideas. En este espacio, quienes tienen mayor probabilidad de tener éxito
en sus candidaturas, son aquellos que despilfarran decenas de miles de dólares
en el caso de distritos; cientos de miles de soles en el caso de provincias y
varios millones en el caso de regiones. El movimiento político que no dispone
de recursos económicos “ni siquiera para hacer una pinta” o para imprimir
algunos millares de volantes, menos para pagar spots televisivos o para
solventar el almuerzo de los cientos o miles de personas que asisten a un
mitin, la probabilidad de su éxito es mínima. Esto porque, lamentablemente el
elector ya ha sido condicionado para el regalo, la dádiva, el almuerzo, la
publicidad y propaganda. Por ello es que cuando algún candidato llega a tal o
cual espacio geográfico no es raro que oiga la pregunta ¿cuanto hay? ¿Se puede
superar esta mercantilización de la política? Claro. La clave radica en
identificar científicamente las demandas de electorado o de la población y a
partir de ello, plasmar alternativas integrales, viables y de impacto social,
además de garantizarle al electorado que las promesas (que no deben ser
demasiadas) se convertirán en realidad. Es el reto que deben afrontar aquellos
movimientos políticos que no disponen de muchos recursos económicos y que NO quieren
reducir la política a simple mercancía y a exclusiva competencia económica.
Escrito: 9 de julio
del 2014
No hay comentarios.:
Publicar un comentario