(Una reflexión desde la lógica de los
oprimidos del mundo, por un mundo patas abajo)
Sociólogo:
Avelino Zamora Lingán
¿Quien
no ha oído la frase “El mundo está al
revés” expresando, con ello, su indignación o descontento, ya sea con la
justicia, con la política o con cualquier otra circunstancia ocurrida a lo
largo de su vida? Es más, esta percepción va más allá de algunos casos
individuales, hasta convertirse en una percepción social muy extendida y
recurrente sobre todo en estos últimos tiempos. Un hecho concreto que
contribuye a la configuración de la concepción del mundo al revés es en el caso
de la aplicación de justicia, donde es regla general que el denunciante de
algún delito termine siendo denunciado o el pobre que roba “cuatro reales” vaya
a la cárcel; mientras el que roba millones, resulta siendo adulado; o aquel que
defiende el agua y sus recursos naturales es tomado como delincuente, es
encarcelado, enjuiciado; mientras a aquel que lo destruye y lo contamina se lo
premia, se lo adula y rinde pleitesía. En fin, existen muchas razones por las
cuales amplios sectores sociales piensa que el mundo actual, globalizado, donde
predominan las tecnologías de información y comunicación, gira al
revés, en contra de lo que giran las agujas del reloj. Aunque quienes se
benefician de este reverso mundial, son las minorías poderosas, quienes, seguramente,
creerán que este mundo tal como está, es el más perfecto de los mundos; más aún
cuando esas minorías poderosas son quienes precisamente han puesto el mundo al
revés en aras de sus propios y grandes intereses. Mejor oigamos al famoso
escritor uruguayo Eduardo Galeano quien describe mejor a este “mundo al revés” en su libro “PATAS
ARRIBA: LA ESCUELA DEL MUNDO AL REVÉS”,
escrito, en la primera edición, en el año 1998. ¡No se preocupen!! Si hay
alguna similitud con el mundo, actual o con lo que sucede en el Perú es PURA
COINCIDENCIA. Aquí va este pequeño extracto del libro antes aludido:
“La escuela del mundo al revés es la más democrática de
las instituciones educativas. No exige examen de admisión, no cobra matrícula y
gratuitamente dicta sus cursos, a todos y en todas partes, así en la tierra como
en el cielo: por algo es hija del
sistema que ha conquistado, por primera vez en toda la historia de la
humanidad, el poder universal. En la escuela del mundo al revés, el plomo aprende a flotar y el corcho, a hundirse.
Las víboras aprenden a volar y las nubes aprenden a arrastrarse por los
caminos. El mundo al revés premia al
revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de
escrúpulos y alimenta el canibalismo. Sus maestros calumnian la naturaleza: la
injusticia, dicen, es la ley natural. Milton Friedman, uno de los miembros más
prestigiosos del cuerpo docente, habla de «la tasa natural de desempleo». Por ley natural, comprueban Richard Herrstein y Charles Murray, los
negros están en los más bajos peldaños de la escala social. Para explicar el éxito de sus negocios,
John D. Rockefeller solía decir que la
naturaleza recompensa a los más aptos y castiga a los inútiles; y
más de un siglo después, muchos dueños del mundo siguen creyendo que Charles
Darwin escribió sus libros para anunciarles la gloria. ¿Supervivencia de los
más aptos? La aptitud más útil para abrirse paso y sobrevivir, el killing instinct, el instinto asesino, es virtud humana
cuando sirve para que las empresas grandes hagan la digestión de las empresas
chicas y para que los países fuertes devoren a los países débiles, pero es
prueba de bestialidad cuando cualquier pobre tipo sin trabajo sale a buscar
comida con un cuchillo en la mano. Los enfermos de la patología antisocial, locura y
peligro que cada pobre contiene, se inspiran en los modelos de buena salud del éxito social. Los
delincuentes de morondanga aprenden lo que saben elevando la mirada, desde
abajo, hacia las cumbres; estudian el ejemplo de los triunfadores y, mal que
bien, hacen lo que pueden para imitarles los méritos. Pero los «jodidos siempre
estarán jodidos», como solía decir don Emilio Azcárraga, que fue amo y señor de
la televisión mexicana. Las
posibilidades de que un banquero que vacía un banco pueda disfrutar, en paz,
del fruto de sus afanes son directamente proporcionales a las posibilidades de
que un ladrón que roba un banco vaya a parar a la cárcel o al cementerio.
Cuando un delincuente mata por alguna deuda impaga, la ejecución se llama ajuste de cuentas; y se llama plan de ajuste la ejecución de un
país endeudado, cuando la tecnocracia internacional decide liquidarlo. El
malevaje financiero secuestra países y los cocina si no pagan el rescate: si se
compara, cualquier hampón resulta más inofensivo que Drácula bajo el sol. La economía mundial es la más eficiente
expresión del crimen organizado. Los organismos internacionales que
controlan la moneda, el comercio y el crédito practican el terrorismo contra
los países pobres, y contra los pobres de todos los países, con una frialdad
profesional y una impunidad que humillan al mejor de los tirabombas. El arte de
engañar al prójimo, que los estafadores practican cazando incautos por las
calles, llega a lo sublime cuando algunos políticos de éxito ejercitan su
talento. En los suburbios del mundo, los
jefes de estado venden los saldos y retazos de sus países, a precio de
liquidación por fin de temporada, como en los suburbios de las ciudades los
delincuentes venden, a precio vil, el botín de sus asaltos (Sr. Ollanta Humala,
no se sienta aludido). Los pistoleros que se alquilan para matar realizan, en
plan minorista, la misma tarea que cumplen, en gran escala, los generales
condecorados por crímenes que se elevan a la categoría de glorias militares.
Los asaltantes, al acecho en las esquinas, pegan zarpazos que son la versión
artesanal de los golpes de fortuna asestados por los grandes especuladores que
desvalijan multitudes por computadora. Los violadores que más ferozmente violan a la naturaleza y a los derechos
humanos, jamás van presos. Ellos tienen las llaves de las cárceles. (¿No se
sentirán aludidos algunas transnacionales mineras? En el mundo tal cual es, mundo al revés, los países que custodian la
paz universal son los que más armas fabrican y los que más armas venden a los
demás países; los bancos más prestigiosos son los que más narcodólares lavan y
los que más dinero robado guardan; las industrias más exitosas son las que más
envenenan el planeta; y la salvación del medio ambiente es el más brillante
negocio de las empresas que lo aniquilan. Son dignos de impunidad y
felicitación quienes matan la mayor cantidad de gente en el menor tiempo, quienes
ganan la mayor cantidad de dinero con el menor trabajo y quienes exterminan la
mayor cantidad de naturaleza al menor costo. Caminar es un peligro y respirar
es una hazaña en las grandes ciudades del mundo
al revés. Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener
las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas
que tienen. El mundo al revés nos entrena para ver al prójimo como una
amenaza y no como una promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con
drogas químicas y con amigos cibernéticos. Estamos condenados a morirnos de
hambre, a morirnos de miedo o a morirnos de aburrimiento (¿De aburrimiento? no creo. Para no aburrirse, las TV están saturadas
de programas basura o de entretenimiento, que al mismo tiempo sirven de
eficaces distractores de los verdaderos problemas sociales), si es que
alguna bala perdida no nos abrevia la existencia. ¿Será esta libertad, la
libertad de elegir entre esas desdichas amenazadas, nuestra única libertad
posible? El mundo al revés nos enseña a
padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de
escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo: así practica el
crimen, y así lo recomienda. En su escuela, escuela del crimen son
obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación. Pero está visto
que no hay desgracia sin gracia, ni cara que no tenga su contracara, ni
desaliento que no busque su aliento. Ni tampoco hay escuela que no tenga su
contra escuela. Día tras día, se niega a
los niños el derecho de ser niños. Los hechos, que se burlan de ese
derecho, imparten sus enseñanzas en la vida cotidiana. El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se
acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres
como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio,
a los niños que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del
televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera.
Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños”
Ha
escuchado entonces el perfil del mundo al revés. No cabe ninguna duda que las
grandes mayorías marginadas y oprimidas
de este mundo estarán de acuerdo con lo descrito por Galeano; pero,
también, existirán muchos que discreparán y probablemente serán aquellos que han aprendido a caminar de cabeza o que
tienen el complejo del cerdo: es decir, aquellos que se sienten cómodos revolcándose
en el lodo, haciéndose la idea de que se están bañando. En este contexto, quienes
no somos adaptables para andar de cabeza, y mucho menos tenemos el complejo del cerdo, que, sin duda,
somos la gran mayoría, afrontamos el gran reto de luchar por enderezar a nuestro
país; y, por que no, contribuir a poner al mundo PATAS ABAJO, como corresponde.
Escrito: 6 de julio del 2014
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